Gran parte de la platita que gana entrega a su mamá, la administradora de realidades. Un poco para los gastos diarios y la cuota de la facultad, porque pese a las carencias, el joven es un estudioso. Sigue la carrera de Ciencias del Deporte en la Universidad Metropolitana.
Jonathan Daniel Benítez Benítez nació el 28 de enero del 2001, en Asunción. “Vivimos en el refugio del Bañado porque nuestra casa está inundada. Mi madre es Raquel Benítez y trabaja de barrendera municipal, y mi padre es Arnaldo, recolector de basura. Mi hermanita se llama Paz Milagros (9 años). Hubiésemos sido cuatro, pero mis hermanos mellizos, Rosa Mística y Richard David, fallecieron pocas horas después de nacer, el 1 de setiembre del año pasado”, recordó con tristeza.
Algunos ya retornaron a sus hogares; otros no. “Es que nos dicen que el río va a volver a crecer; entonces estamos esperando qué pasa, porque si nos vamos y después nos vemos en la obligación de subir de nuevo de ahí... Es una verdadera batalla tener que mudar todo”, mencionó el chico, quien indicó que el albergue, es toda una complicación, “porque existen muchos ladrones” y para evitar conflictos, casi no sale de su casa provisoria.
La infancia fue tremenda. “Hubo una época en la que papá no trabajaba porque estaba enfermo y mamá levantaba quiniela. ‘Hendy’ como se dice. No tengo vergüenza en decir que mi desayuno, almuerzo, merienda y cena eran lo mismo: cocido negro”, mencionó. “Por eso es que cuando veíamos leche brillaban nuestros ojos y en broma le decía a mamá tenemos que aprovechar ahora todo lo que no tuvimos en su momento”.
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La lucha contra la crecida es difícil y permanente. “Ya salimos del bajo como cuatro, cinco veces. Perjuicio memete, porque te sacrificás para comprar algo, para tus comodidades y terminás perdiendo todo de golpe”, aseguró.
El Camsat (Centro de Ayuda Mutua Salud para Todos), forma parte de la historia de “Jona”, como lo llama doña Raquel. Dio sus primeros pasos con la pelota en su escuela de fútbol, luego jugó fútbol de salón en el Carlos Antonio López, hasta que en 2010 los profesores Osvaldo Díaz y Wilfrido Ávalos lo llevaron a La Academia, Nacional.
“Camsat es grande, tiene centro de salud, una escuelita, comedor, biblioteca, todo. Es toda una manzana, frente a casa. Lastimosamente por la crecida del río todo se mudó en el refugio y ‘los perros’ no perdonan ahí, cualquier libro te sacan, llevan computadoras y eso; es una pena”, puntualizó.
Los amigos de lo ajeno son numerosos en la zona y por no trabajar, causan perjuicios robando para comprar sus vicios.
“En el albergue tenemos lo necesario, cama, tele, heladera. Lo peor es el baño, el famoso Disal, que no se cuida, no se limpia, un desastre realmente. Estamos rodeados de mala gente, pero tenemos que aguantar únicamente”, dijo el futbolista, agregando que para higienizarse aprovecha su presencia en el club, en barrio Obrero, porque la opción B en su precaria vivienda es “cargar agua en el balde para bañarme”. En época de mucho frío, la cuestión se torna complicada con ese antiguo y tradicional método.
De la mano del entrenador Aldo Bobadilla, “Cabeza”, como le dice su progenitor, pudo cumplir uno de sus sueños: debutar en el fútbol profesional, además de firmar a principios de temporada su primer contrato, que le permite tener un ingreso seguro que para la economía familiar ya es importante. Se desempeña como volante central y su profesor de las formativas, Héctor Blanco, lo comparó con el alemán Toni Kroos, del Real Madrid.
“Ahora estoy jugando también de mediocampista por afuera y me esfuerzo por cumplir, tratando de mejorar día a día. Estaba esperando este momento. Con otra mentalidad empecé el año, consciente que el único que puede sacar a la familia de esto soy yo”, significó. Una transferencia podría generarle ganancias, aunque su crecimiento deportivo debe ser constante.
“Lo primero que haría es comprar una casa. No quiero auto, ni nada de eso, lo primordial es una casa, porque así como estamos, no da gusto, se sufre mucho. No pasamos bien”, añadió.
Su deseo es que su madre deje de trabajar, que descanse. “Con papá quiero también que pase lo mismo, seguro me va a decir que no”. Además de jugar como todo niño, también daba su mano solidaria. “Cuando era chico ayudaba a mamá a barrer, a llevarle el tambor donde junta su basura. Somos muy sacrificados como se darán cuenta”.
Sus compañeros en el “Trico” acuden a las prácticas en vehículos de alta gama, mientras que él apela a la ayuda de algún “kape” para llegar a destino, a veces camina o cuando aparecen algunas monedas, sube al bus, generalmente sin aire (convencional) para abaratar costos y por el corto trayecto que debe realizar.
La mayor preocupación es el descanso, porque en materia de alimentación, su club le brinda una mano para reforzar la “vianda”. “En las charlas se dice que el deportista de alto rendimiento tiene que dormir ocho horas por día. Pero acá, mbaaa. Música a todo volumen, todo el tiempo, desde que amanece hasta la madrugada. No se duerme luego. Se clavan, se disparan, todo un tema”. Si aguanta todo esto, es porque está para las “grandes ligas”.


