Lisa Delpy, profesora de Gestión Deportiva en la Universidad de Washington, había reservado 31 habitaciones para sus estudiantes, por 28 días. La factura: 90.000 dólares. Pese a no pedir el rembolso, esperando que sus estudiantes puedan liberarse dentro de un año para la nueva fecha, ella no tiene “ninguna garantía” de que sus reservas de hotel y avión puedan ser aplazadas.
“La única información que tengo es que todo esto va a llevar su tiempo”, explica.
Por el momento, el único consuelo para ella y el resto de aficionados es que el Comité de Organización japonés aseguró que “los boletos ya adquiridos serán válidos para la misma sesión (de las pruebas) en una nueva fecha, según las posibilidades”.
Miles de extranjeros
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La catedrática, que debía asistir a sus vigésimos JJ.OO., advierte: “Si los hoteleros y las aerolíneas empiezan a mostrarse muy avaros y rechazan colaborar, entonces tendrá que intervenir el gobierno porque no será bueno para el turismo y dañará la imagen de Japón”.
En 2018, el ministerio de Turismo de Japón estimaba en 600.000 los extranjeros que irían por los Juegos. Muchos de estos visitantes, que ya habían reservado todo, no saben qué pasará.
‘Shock’ para hoteles
El aplazamiento de los Juegos, que da paso a una temporada de floja frecuentación turística como consecuencia de la crisis del nuevo coronavirus, “es un ‘shock’ enorme para todos, puesto que los ingresos de muchos de nuestros hoteles han caído ya a la mitad, tras el hundimiento de la demanda”, explicaba recientemente Shigemi Sudo, secretario general de la Asociación de Hoteles y Ryokan de Tokio.
