Nacido en Asunción el 14 de octubre de 1978, Juan Eduardo Samudio Serna es hijo de don Juan Ángel y doña Sunilda. Sus hermanos son Miguela, Lorenza y Martín. Está casado con Teresita María y sus hijos son Eduardo, Fiorella y Valeria.
A la hora de elegir un club donde ir a probar, tuvieron muy en cuenta la ubicación, principalmente la cercanía. Como vivían en Loma Pytã y por el barrio San Blas pasaba la Línea 35, Cerro León, el destino ideal era Tuyucuá. “Fuimos entre 10 más o menos y el único que se quedó fui yo, no porque sea bueno, sino por mi perseverancia para despertarme todos los días temprano e ir a practicar”.
“Soy albañil ra’y y mi madre era ama de casa. Plata-mí en el bolsillo ndarekói voi, para el recreo casi nada”. Entonces, la técnica para el traslado era hacerse cuate de los choferes para evitar el pago del pasaje, a cambio de un sencillo servicio. “Una vez lo que pagué y después me hice socio de ellos. Antes tenían el asiento al costado y ahí me ubicaba para cebarles tereré”.
Fue un debut soñado en el profesionalismo, con gol y victoria sobre Guaraní, su víctima preferida, contra el cual llegó también a su centésima anotación, aunque es una institución a la que le guarda la mayor consideración, porque en la misma también cumplió dos etapas, la primera tras el descenso del “Guma” y la segunda luego de haber militado en el exterior.
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Fueron 119 goles marcados en la máxima categoría de nuestro balompié en 250 partidos, 114 con la casaca albinegra y cinco con la aurinegra. El tercer elenco en el que estuvo en nuestro medio fue el Sportivo Luqueño, pero con escasa participación debido a las lesiones que le impidieron llegar mucho más alto.
“Haciendo un balance habré perdido como cuatro años como consecuencia de las lesiones y me retiré joven, a los 32”. Con todo eso marcó historia en Libertad, con múltiples conquistas (seis coronas) y tuvo un exitoso paso por el Barcelona de Guayaquil en el 2009, registrando 21 conquistas en 58 cotejos para que el popular elenco logre su permanencia en la máxima categoría ecuatoriana.
A nivel de selección, tuvo mayor participación en juveniles que en la Albirroja mayor. Disputó el Sudamericano de Chile en 1997 y el Mundial de Malasia del mismo año. Con la Absoluta actuó en numerosos amistosos, pero se quedó al margen de Corea/Japón 2002, habiendo hecho méritos para ser tenido en cuenta.
El crecimiento de su querida institución no hubiese sido posible sin Horacio Cartes. “Sin él este Libertad no hubiese existido, hubiese sido un club más. Ahora es un club modelo, en todo sentido, con grandes profesionales, porque la capacidad intelectual no es suficiente si no es acompañada por la capacidad humana”. Desde 1993, cuando llegó para formar parte de las formativas hasta hoy, cumpliendo la función de entrenador de la Sub 23, nunca firmó un contrato. “No hubo necesidad”, por la plena confianza entre ambas partes.
No tuvo ingresos multimillonarios, pero los supo administrar. “Si era ‘fajuto’ no llegaba a Primera. El secreto es no olvidar las raíces, de dónde vino. Nada es fácil en la vida y hay que saber atajar lo que uno tiene, porque uno nunca sabe lo que el destino le puede deparar”. Un mensaje principalmente a los jóvenes que se inician en el deporte y que derrochan su dinero.
Tuvo su dosis de sacrificio en principio, antes de meterse de lleno al fútbol. “Realizaba todo tipo de trabajos de albañilería con mi padre. Después trabajé en un depósito en el Mercado 4, vendiendo camarones, pulpos en bolsa. Fue difícil, llegó un momento que ni cuchara teníamos”.
Un error de juventud. En 1996 su tío le prestó su ‘golcito’ (VW Gol), que para la época era toda una joya. Manejaba solo hasta segunda marcha, porque su recorrido era nada más que en empredrado, hasta que sus amigos le hicieron la “liga” para salir al asfalto y después de dudar, aceptó ante la insistencia. Le metió pata, sufrieron un pinchazo en una de las ruedas y tuvo un accidente. El vehículo quedó inutilizable, sus acompañantes sufrieron golpes y fueron hospitalizados.
La solución para hacer frente a los gastos de recuperación de sus amigos y la compra de un nuevo vehículo era vender la casa familiar y comprar un terreno en el mismo barrio. “Como papá era del rubro de la construcción hicimos en forma rápida otra casa, pero sin puertas, ventanas, ni piso teníamos”. Era como volver a empezar en ese aspecto.
Ese mismo año fue invitado a la Sub 20 para unos amistosos, se destacó con goles y tras el cambio de DT, con la salida de Pedro Nelson Fleitas y la llegada de Carlos Melanio Espínola, se convirtió en componente del grupo estable.
Sobresalió a nivel juvenil y se afianzó en la máxima categoría. Fue obteniendo el fruto de su esfuerzo para volver a dotar de comodidades a su precaria vivienda, que surgió de la nada, porque no estaba en los planes mudarse.
Su primera salida se había dado en el 2007 para jugar en el Querétaro de México, donde tuvo un penal fallido y su entrenador no le quería mucho. Lo dejó postergado, por lo que decidió retornar a nuestro medio para seguir ampliando su cuota goleadora.
Después de actuar en Luqueño y al experimentar otra lesión de consideración, en el 2011, decidió colgar los botines. Incursionó en el periodismo deportivo, en RGS y en una entrevista que le hicieron a Rubén Israel, entonces orientador liberteño, el uruguayo le dijo “¿vos qué hacés ahí?”, a lo que Juan le respondió que estaba en su nueva faceta. “Mañana te espero a las 07:00 para que vuelvas a jugar”. El ofrecimiento inesperado fue aceptado, le costó casi un mes y medio para ponerse en forma física y volvió a la actividad en el 2012. Su reentré fue el 9 de noviembre, con 19 minutos en campo contra Sol de América. “Mi rodilla no me respondía, le agradecí al profe por la oportunidad y le dije que no continuaba, que no venía al club para robar”.
Una anécdota. En el 2005 asistió a la despedida de José Luis Chilavert. Era el único futbolista activo de nuestro medio en ser considerado para el partido en Liniers. Al lobby del hotel donde se hospedaban llegaron las estrellas como Alex Aguínaga, Iván Zamorano y Marco Antonio Etcheverry. Sorprendido por compartir un recinto con los “monstruos” del momento y ante el acercamiento del boliviano, el saludo fue “buen día don Diablo”, por lo que el deportista, conocido con ese sobrenombre, le dijo que nunca antes le habían llamado así y como encontraba buena vibra en ese grupo, hasta se quedó a compartir la mesa con los componentes.
Parte de la historia del mayor anotador “repollero”, que registra 114 conversiones en Primera, cuatro en Intermedia, cinco en la Libertadores y seis en la Sudamericana. Su presente es inmejorable, con instrucciones virtuales a sus dirigidos a la espera de la “nueva normalidad”. Supo cosechar de la “huerta” lo que había sembrado con goles.
