Entre el cielo y la tierra

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Entre el cielo y la tierra
Archivo, ABC Color

En el trabajo, parece estar en el cielo, con lujos y glamour, principalmente en Punta del Este. Cuando llega a casa, pisa tierra y analiza con su familia lo que la vida le deparó. Se inició en Independiente de Campo Grande y compitió a nivel profesional en el Sportivo Luqueño. Estanislao Pérez fue a Argentina en busca de mejores horizontes. Cumple dos décadas de servicio como asistente de Pancho Dotto, conocido representante de modelos.

Estanislao Pérez Torres nació en Asunción el 7 de mayo de 1971. Se casó joven, a los 23 años, con Ana María. Sus hijos son André Sebastián (26), Tania (21) y Ángel (20). “Nací en Campo Grande, mi mamá es Cristina y mi papá Eulogio. Somos nueve hermanos, ocho varones y una sola mujer”.

Estudió en Vicente Ignacio Iturbe, “desde preescolar hasta el sexto curso. No era muy inteligente, pero siempre término medio 8 ó 9. Era amigable y algo travieso”.

Fue a jugar al Independiente por “liga”, ya que en esa época el otro club del barrio, Cerro Corá, pegaba fuerte. “Ahí me quisieron llevar, me insistieron, pero era manejado por militares y eso no me gustaba”.

Formativas y Primera en el “Inde”, en el circuito de Ascenso. Una vez, bajo la coordinación del Walter Gustavo Benítez, fue invitado a probar al Sportivo Luqueño. Tenía que superar un filtro complicado y estaban en el casting unos 400 chicos. La primera base la superó, pero tenía que pasar otra, con menos aspirantes y logró su objetivo.

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“La prueba era en el Marte Atlético. Me preparé muy bien, todos los días a las 05:00 de la mañana salía a trotar en Ñu Guasu, ocho kilómetros, aunque llueva, truene, siempre ahó presente”.

La institución popular auriazul contaba con muy buenos futbolistas, la mayoría de la casa y “Taní” debía demostrar su capacidad de aguante para ir escalando, porque en materia futbolística reunía todas las condiciones de estar a la altura de las exigencias. Y compitió en el más alto nivel por varios años, con la particularidad que siempre sera considerado como una “rueda de auxilio”. Cuando las papas quemaban era llamado “Perico” para responder con goles, que quizás no hayan sido numerosos, pero sí importantes, para evitar una derrota o para dar el triunfo al Sportivo, generalmente sobre el final de los partidos.

“Al principio era un extraño, procuré mucho porque no era fácil. El técnico era Óscar Paulín e iba escalando para entrar en grupo, porque practicábamos aparte. Pasó rápido, hicimos amistosos, nos fuimos a Corrientes, era famoso el Mandiyú, que competía en la primera Jugué como seis años, el último cuando perdimos la final en penales contra Guaraní en 1996, estaba de suplente, medio lesionado. Concentramos 15 días en Chololó, le ganamos a Olimpia y Guaraní le eliminó a Cerro Porteño”.

“Jugar en la máxima categoría en Luqueño no fue fácil, porque estaban los astros, Marcial Garay, Daniel Navarro, Osvaldo Cohener, ‘Chiquito’ Benítez, Cirilo Yegros, los hermanos Esteche, montón de buenos jugadores. Si era un poco débil mentalmente no iba a estar en el equipo. Procuré siempre para estar y todos los profesores que venían me querían. No sé si haya alguien que no me aguante, porque nunca tuve problemas con nadie, todos ‘Perico’, ‘Perico’. Cuando compartimos con Julio César Romero me decía tenés que estar al lado mío, jaha amo’oto y me iba con él. Fueron los mejores años, en lo personal y creo del club también, sin desmerecer las cosas que hicieron los demás, sin hablar mal de nadie. Ese tiempo era difícil estar en Primera. No había equipo chico, todos con jugadores de renombre”.

Completado su ciclo con el Sportivo, retornó a casa, al Independiente, donde estuvo por un par de temporadas más, hasta que pasó al 1º de Marzo de Santa María y luego a un elenco de Coronel Oviedo, Raza Guaraní. “Como que no hice bien las cosas, porque jugaba fútbol 5, fútbol de salón también y no daba más. Dije voy a trabajar a Argentina, dejé todo lo que hice y me vine”. Se encontró con alto totalmente diferente. Cambió todo, hasta su tonada, combinando mortadela con caviar.

Su cuñado trabajaba en una agencia de publicidad y le hizo el gancho laboral con Pancho Dotto, con el que recorrió todos los rincones del vecino país, conviviendo con los famosos. En verano, viajaba con anticipación a Uruguay para dejar todo en condiciones para la llegada del jefe y sus modelos, quienes encontraban al “paragua” relajado, con el deber cumplido, nada menos en uno de los balcones del hotel Conrad de Punta del Este, donde tenía todo para comer y beber. “Cuando estamos allá, lo más simple. Él con su novia en una habitación y yo en la mía; nos solemos ir seguido porque no se paga nada, es todo por canje”.

“Desde que llegué trabajé con el señor que tiene las mejores modelos, Valeria Mazza, Pampita, Dolores Barreiro, Carola Del Bianco, Araceli González. Jugué al fútbol en Punta con Marcelo Tinelli, con todos los famosos. Me voy por todos lados”.

Una persona servicial, que hace lo que le piden, al menos lo que está a su alcance. Su especialidad es el asado, que lo comparte con gente importante invitada por su patrón. Y en su casa, en Derqui, cerca de Pilar, disfruta del fruto de su esfuerzo de 20 años, con su edificación y un poco de ahorro por cualquier eventualidad.

“Pasé muchas cosas, viajé por tierra, Buquebús, barco, avión, de lo mejor con esa gente que está bien económicamente y trabaja. Soy el que armo todo cuando hay desfiles, les digo a las chicas pórtense bien, no tomen alcohol, no fumen, esto que aquello, les tengo que dar aguan donde se cambian. Parece una boludez pero tenés que estar ahí. Me iba a Punta el 5 de diciembre para poner las cosas en condiciones y las modelos se iban el 15 para pasar la Navidad y los primeros días de enero comienzan los desfiles con Giordano y eso y yo entre ellos”.

Un pequeño problema con el que tuvo que lidiar es con los celos de la “patrona”, aunque siempre zafó invocando el noveno mandamiento. “Tenía 19 años cuando la conocí. Nos concentrábamos en Luque, cuando se iba en la cancha que no me salude nadie, que por qué te tienen que saludar, es re celosa. Me vine en el 2000, cuando hubo muchos saqueos aquí, robaron todo, el primer año que viajé a Punta. Venite en avión y de Ezeiza y en 45 minutos. Ya me esperaban”. Plena confianza de la pareja, aunque sabía que estaba acompañado con las más hermosas mujeres del vecino país. Ha’e, oñemo mombyrynte, callado.

No tiene inconvenientes para desarrollar cualquier tipo de actividad. “Hago de todo, se de pintura, albañil, piso y lo mejor es que tengo muchas ganas de trabajar”, en caso que sea necesario dedicarse a un rubro distinto, que no sea el de ayudar a las damas de pasarela y a las celebridades, con las que tuvo el placer de pasear en yate y compartir algún refresco.

“Por suerte no me enfermé, sigo jugando la pelota con los amigos, fútbol 5, fútbol de campo ya no porque no me da el tiempo, porque trabajo de lunes a sábados”.

Ingresando al campo de las anécdotas. “Iba por primera vez a la concentración y me dice Juan Bautista Torales entrá a esa habitación, vas a estar cómodo, solito. A la hora vengo a encontrar mis cosas desparramadas en el pasillo. Había sido era la pieza de Romerito (palabra mayor). Los muchachos se reían. ‘Che disculpa chera’a, ani nde pochy’”, le dije. “‘Che añembotavynte', me dijo”.

“Jugué contra Olimpia en el Defensores del Chaco cuando estaba Raúl Vicente Amarilla. La pelota rebota tras un trancazo y le choqué. Lo que fue eso, yo chico y el alto; le tiré en el mediocampo. Se enojó muchísimo, quién te conoce a vos, esto que aquello. Un año y medio después vino como técnico. ‘Ape ne rembyma Perico’, me dijo Dani Navarro”.

Le tramaron una joda. “‘Siéntense todos, vamos a ir conociéndonos uno a uno, pero primero quiero saber quien fue el que me chocó y casi me rompió las costillas’ dijo el profe. Me puse todo rojo, dije acá ya me saca del plantel y los muchachos se reían. Fue Perico, Perico, decían. ‘¿Vos sos? Sí, disculpámena, te tenía miedo, eras grande y tenía que chocar con vos, por eso nomás. Más tarde vamos a hablar de eso. Me llevó para allá, no te preocupes. Che pio mbo’y patada lo mitã houka cheve’”, me dijo.

“Teníamos que irnos a la casa de un dirigente y Amarilla me dice vení vamos, en su Mercedes. Al subirme lo perros me dicen ‘nde chupamedia, mba’éicha piko nerembyta voi péicharo'. Son cosas sanas las que vivimos, éramos un poco traviesos nomás en la concentración”.

vmiranda@abc.com.py