Akã kuru

El título que encabeza este artículo es un epíteto despectivo guaranítico, que significa incapacidad, brutalidad o mediocridad, y fue pronunciado en un discurso populista por un político administrador, a quien el tiempo se le acabó y no logró la tan anhelada recuperación de nuestra soberanía, y mucho menos la tan ansiada transparencia en la Itaipú Binacional. Muchos empleados que se sintieron ofendidos, nos llamaron inmediatamente a comentar el exabrupto y a solidarizarse con nuestras personas y nuestras columnas independientes.

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No sabemos si solo nos acreditaron este adjetivo a los empleados y ex empleados libres de Itaipú o a todos los columnistas que defendemos la soberanía y las causas justas en las binacionales.

De cualquier manera, tampoco se salvaron los sindicatos combativos, que siempre son urticantes para los sinvergüenzas y vendepatrias. Evidentemente, las desteñidas y pálidas “organizaciones laborales”, que solo buscan engrosar sus tejidos adiposos, no osaron levantar su mirada, y mucho menos su voz para defender a los pocos patriotas que tiene la entidad.

Administración del Estado

Administrar la hacienda pública con austeridad y coraje es propio de los estadistas. Los mercenarios, por más bien remunerados que estén, jamás podrán hacerlo. Existe mucha diferencia entre pensar con la mente y pensar con el estómago; por ello nos parece natural cuando al disenso se oponen la chabacanería, las ofensas y la sinrazón. Resulta más fácil denostar que rendir cuentas; resulta más populista enumerar obras asistencialistas que mostrar la contabilidad en ellas aplicadas

¿Cuántos “asentamientos” han conseguido la independencia o el despegue económico? ¿Cuántos campesinos se han incorporado a la rueda productiva de la nación? ¿Cuánto les cuesta a la Itaipú o Yacyretá cada chapa de eternit, cada m2 de tejido de alambre, cada pozo artesiano, cada m2 de techo o de obra construida?

Más que la cantidad hecha, nos interesan los recursos utilizados en ellas. No es simple morbosidad política, es el más elemental de los principios administrativos, la transparencia, que otorga tranquilidad al pueblo y autoridad moral a sus ejecutores. ¿Será que el Programa Umbral no puede atravesar los umbrales de Itaipú?

República de Weimar

Se acostumbra comparar al Paraguay con la república de Weimar (Mateo Balmelli, Cuestión de Estado, 2007), donde existía una “democracia sin demócratas”, y mire que esto ocurrió en una poderosa cultura, la alemana. Si se recurre a un modelo latinoamericano, por ejemplo, el caso chileno previo a 1973, donde la política era “antagónica, confrontacional y excluyente”, se verá que las coincidencias son aún mayores. Cuando el poder se sustenta en grupos minoritarios y excluyentes, el peligro de la violencia, la inestabilidad y las miserias derivadas de ella se torna una realidad.

¿Qué pasó con Salvador Allende, que era triplemente minoritario: en su partido, en la ciudadanía y en el Congreso? ¿Será que el Partido Colorado es hoy mayoritario? En las últimas elecciones, la ANR ganó solamente con 400.000 votos, y considerando que ella tiene 1,5 millones de afiliados y el país seis millones de almas, me parece una minoría absoluta que jamás tendrá legitimidad y gobernabilidad.

Aun siendo adverso el panorama económico posdictadura (recesión en casi todos los países latinoamericanos), no se debe culpar a la democracia, sino a la incapacidad de administrar la democracia. Muchos dicen hoy “contra Stroessner vivíamos mejor”; otros dicen que es mejor abdicar de la libertad a cambio de ganar seguridad; a estos ingenuos les respondo con las inscripciones de una placa insertada al pie de la Estatua de la Libertad en Nueva York: “aquel que está dispuesto a ceder su libertad a cambio de la seguridad, no merece ni libertad ni seguridad”.

Mísero detalle técnico

Ortega y Gasset acostumbraba decir que “la salud de la democracia, cualquiera sea su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Hoy estamos ante uno de los acontecimientos políticos más importantes de nuestra historia plagada de dictaduras, corrupción y atraso, las elecciones del 2008. Por primera vez, en mis cuatro décadas y un suspiro de vida tengo la esperanza de un cambio real en el Paraguay. El escenario está preparado para que los demócratas ganen su espacio y los oportunistas sean sepultados. Los “sociolistas” serán marginados por los votos mayoritarios de una población harta de tanta exclusión social y política. Las arcas de la Itaipú, Yacyretá, Aduanas y Petropar ya no serán utilizadas para perpetuar un sistema que trajo luto y llanto al Paraguay

Lino Oviedo está libre; Castiglioni y Alderete, posibles aliados ganadores de las internas coloradas, han manifestado que no se le debe impugnar a Lugo. Patria Querida, más temprano que tarde, comprenderá que el mejor rédito político que puede obtener es el mismo número de bancas en el Congreso, siendo el peor la extinción del partido. Francamente le veo a Fadul haciendo un gran esfuerzo para la destrucción de la alternancia.

Socialpopulismo

Presentar al régimen de Stroessner como una necesidad histórica ante un mundo bipolar entre comunistas y capitalistas significa ofrecer una caricatura de la historia; la realidad es que durante las últimas décadas tuvimos un dictador, un narcotraficante, un barón de Itaipú y un ilegítimo timbero como presidente, y todos amparados bajo un mismo partido.

En la dictadura se estableció el sistema de premio y castigo para medir la fidelidad al “sistema”. Se creó lo que hoy se conoce como clientelismo político, nefasto para la democracia y perverso para la dignidad humana. La gestión gubernamental 2003/2007 puede ser calificada de “socialpopulismo”, porque llamarle de nacionalsocialismo es un piropo.

“Aquí yace el Mercosur que murió por la mezquindad de sus líderes y la necedad de sus legisladores”, será el epitafio diplomático que pondremos al pie de la tumba de esta caricatura económica del sur. Estas expresiones, al igual que algunos políticos y economistas visionarios, no significan que esté contra la integración regional; al contrario, propugnan el fortalecimiento de un mercado solidario, con equidad social y sujeto a las bondades del libre mercado.

Por supuesto, nos oponemos tenazmente al liderazgo autoritario de Hugo Chávez, que sigue elaborando la agenda latinoamericana a espaldas de potencias tradicionales como Argentina y Brasil; y peor aún, aprovechando las necesidades internas de países como Bolivia y Paraguay.

Confesión y mea culpa

Razones cristianas me han hecho guardar prudentemente las peripecias de mi pasantía como funcionario de Itaipú y fuera de ella, en más de 28 años relacionado con la hidroeléctrica; una de ellas es mi dimisión en 1988 por “despido injustificado”, otra es la aplicación en el año 2000, luego de mi reingreso en 1993, de un sumario administrativo con el resultado de tres días de suspensión sin goce de sueldo, por expresar en una entrevista para ABC Color, entre otras cosas, que “en Itaipú hacen falta patriotas con autoridad moral”.

La ocasión del discurso akã kuru, pronunciado por una de las autoridades más encumbradas de la entidad, me ha parecido oportuna para recordar a la opinión pública que siempre hay un precio a pagar por el disenso y la pluralidad. Las heridas de una batalla a veces significan soportar injusticias, intrigas, ofensas, persecuciones, marginaciones, “congelamientos”, incomprensión de compañeros, de parientes y, en ocasiones extremas, hasta la pérdida del trabajo, la patria o la propia vida.

Sin embargo, henos aquí, dispuestos a demostrar en este artículo y más de 75 escritos que la política aplicada al sector energético, al fiscal, al monetario, a las relaciones exteriores y hasta las partidarias está totalmente huérfana de moral y ética.

No pretendemos darle rango de análisis económico o político a un discurso desatinado, sino más bien alertar a la población que vendrán tiempos difíciles antes que llegue la alternancia. Ellos tendrán las características de una “inquisición”, donde serán juzgados todos los espíritus libres; donde se avasallarán las ideas (que forman amos y vasallos); donde se repartirán los despojos de la nación; donde, al final, la oligarquía actual huirá desbandada.

No obstante, recordamos que todo parto es doloroso, especialmente aquel que trae la libertad y la prosperidad; por ello no nos queda otra alternativa que usar la única arma valedera que tiene la democracia, los votos. Que Dios nos ilumine y nos proteja.

Luis María Fleitas Vega; Ing. Agr., columnista invitado
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