LOS LECTORES OPINAN

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Nada le devolverá la vida a Sonia Vera, salvaje e impiadosamente asesinada por el animal de su marido, Adolfo Trotte, quien se supone debía amarla y protegerla. Sin embargo, hay un sentimiento de que se hizo cierta justicia al condenar al asesino.

Creo que todas las personas de bien hemos quedado pasmadas al ver ayer la reacción de la familia Trotte, incluidas las hijas de la víctima. Estamos ante un caso patológico, de violencia encarnizada. y creo que si el sistema judicial funcionara, en memoria de la víctima y para que no se repitan los hechos, se debería indagar más adentro de esa familia. ¿Qué les ocurre? ¿Hay otros casos de violencia intrafamiliar? ¿Están seguros los hijos y las mujeres de ese clan? Entiendo que algunos miembros tienen hijos o hijas pequeños, y no me los puedo imaginar creciendo en ese ambiente de brutalidad y vorágine de agresividad. Creo que incluso las hijas de la mujer asesinada, que aparecen en cámaras como mujeres fuertes y decididas, pueden estar tomando esa actitud como la otra cara de una moneda donde también son víctimas.

Por último, dadas las amenazas que profirieron los miembros de la familia Trotte a la familia de la víctima, y a sabiendas de que aún tienen fanáticos barrabravas que los apoyan, es muy necesario que la madre de la mujer asesinada por su cruel marido reciba protección policial. Lo mismo para la tía que valientemente atestiguó sobre el calvario que vivió Sonia a lo largo de su vida, antes de ser ultimada por Trotte. Debería haber también una restricción para que los familiares se acerquen a ellas, ya que asumen una actitud muy adversa hacia la familia de la mujer que les dio la vida.

Ojalá no se produzcan más casos como estos. Y ojalá todas las mujeres comprendan que no tienen por qué sufrir ningún tipo de maltrato y que es importante apartarse de los abusadores a tiempo y requerir ayuda.

Andrea Sosa

En la llanura todos somos buenos

Alcanzar la sima es lo opuesto a: llegar a la cima. Sima es un pozo y cima es la cumbre. Ser nombrado ministro en el Paraguay abrevia muchas circunstancias. De sopetón el agraciado pasa a ser experto en el ramo asignado, aun siendo abogado y haber anclado en “Agricultura”. Todo paraguayo de hecho presume haber nacido para ministro, por propia iniciativa o por invocación de la madre. Para algunos, basta con ser estratega y tener el don de aglutinar a los más capaces, tipo John F. Kennedy; mientras, para los más osados, ni siquiera importa dicho detalle. Estos, los más audaces, acostumbran asumir el cargo con la excitante euforia del ignorante o con el voraz apetito de un tigre en etapa de crecimiento. De ahí que hayamos tenido ministro de Defensa que se cuadraba uniendo las puntas de sus zapatos o ministro de Justicia que siendo médico se transformó en huésped de la cárcel. Hoy mismo hemos elegido para el Parlasur a un ciudadano que amando a las mujeres renegaba públicamente del calificativo “heterosexual” con que fue etiquetado, en una plena demostración de la longitud de su lápiz. Felizmente, enterado del significado del término, exclamó: “Yo creí que me trataban de poco macho”.

En ese tren de joda, también los que se van dejas pintorescas huellas. Casos como aquel en que la esposa de un ministro obligó a rebobinar todo un esquema protocolar e informático con el fin de borrar el decreto en que su rival, la yiyi de turno, aparecía ganando 9.000.000 de guaraníes. Un zoquete jugoso en medio de un aparente trato carnal, en supuesta transgresión simultánea del sexto, séptimo y octavo mandamientos. En ese mismo tren, ni hablar del tráfico de influencias, del rabioso nepotismo, de los cuates reemplazando a los técnicos, de las inventadas asesorías con sueldos millonarios, de las “paladas iniciales” sin fin, de las licitaciones amañadas, del gasoíl diabólicamente azufrado, del concubinato crematístico entre el PLRA y el Unace, de la generosidad de Oviedo Matto con el dinero de la patria y de la salida con más pena que gloria del siempre sorprendente Fernando Lugo, el del disparo potente, al medio del arco y con olor a gol. Claro, y me reafirmo una vez más, en la llanura todos somos honestos. Por tanto, hay que ser ministro para demostrar si cuánto de ética fluye en las propias venas. Y allí recién juzgar objetivamente si se avanza hacia la cima o la sima de la honorabilidad, ya que tampoco y por sí mismo el ministerio sacerdotal garantiza nada.

Julián Navarro Vera

Hospital San Jorge

Mi hijo estuvo con un cuadro del temible dengue y por la gracia de Dios fue internado en el Hospital San Jorge (ex-Caballería). Debo manifestar que me quedé sinceramente asombrada por la excelente atención que ha recibido de parte de todo el personal (médicos, enfermeros, incluyendo recepcionistas y personal de limpieza), y no solo él sino todos los demás pacientes.

Son dignos de destacar la actitud de entrega y el espíritu de servicio que han demostrado durante todo el tiempo que permanecimos en dicho lugar. Son admirables la verdadera vocación y el profesionalismo con que realizan su trabajo.

Es este el trato y la atención que nos merecemos todos los paraguayos, sin importar el color ni la posición social.

Aprovecho este espacio para expresarles mi profunda gratitud y la de mi familia por tan loable labor. Que el Todopoderoso les bendiga abundantemente.

Emilia Román de Ojeda

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