Bolsa de gatos

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Los destinos del Paraguay están en este momento en manos de una tenebrosa alianza política integrada por las dos facciones principales del partido gobernante, “Honor Colorado” y “Añetete”, no precisamente en función de coincidencias ideológicas en aras de un objetivo superior, sino surgido en el fragor de un salvataje político de urgencia al líder de Añetete, el presidente Abdo Benítez, a cambio de demandas concretas del equipo salvador presidido por su antecesor, Horacio Cartes. Estas han ido surgiendo paulatinamente a través de sus voceros, y al no ser satisfechas en su totalidad, han convertido a esa alianza coyuntural en una bolsa de gatos, que se evidencia en las frecuentes amenazas y réplicas entre integrantes de ambos movimientos. El salvavidas que el expresidente arrojó al actual jefe de Estado para librarlo del juicio político está haciendo agua antes de lo esperado. Ciertas inequívocas declaraciones hechas por altos dirigentes de Honor Colorado sugieren que los resultados de la componenda no satisfacen a quienes esperaban una retribución mucho mayor por el servicio prestado.

Los destinos del Paraguay están en este momento en manos de una tenebrosa alianza política integrada por las dos facciones principales del partido gobernante, “Honor Colorado” (HC) y “Añetete”, no precisamente en función de coincidencias ideológicas en aras de un objetivo superior, sino surgida en el fragor de un salvataje político de urgencia al líder de Añetete, el presidente Mario Abdo Benítez, a cambio de demandas concretas del equipo salvador presidido por su antecesor, Horacio Cartes. Estas han ido surgiendo paulatinamente a través de sus voceros, y al no ser satisfechas en su totalidad, han convertido a esa alianza coyuntural en una bolsa de gatos, que se evidencia en las frecuentes amenazas y réplicas entre integrantes de ambos movimientos.

El salvavidas que el expresidente arrojó al actual jefe de Estado para librarlo del juicio político está haciendo agua mucho antes de lo esperado. En efecto, ciertas inequívocas declaraciones hechas en los últimos días por altos dirigentes de Honor Colorado sugieren que los resultados de la componenda no satisfacen a quienes, desde luego, esperaban alguna retribución mucho mayor por el servicio prestado. En otros términos, revelan una creciente impaciencia de los autores del chantaje político, que a estas alturas ya no es implícito sino desembozado.

La serie de amenazas o predicciones abiertas de referentes del cartismo empezó el 16 de setiembre, cuando el diputado Basilio Núñez advirtió que los errores del presidente Abdo Benítez están llevando al país al “precipicio”, aludiendo a las designaciones de ministros, como la del senador con permiso Rodolfo Friedmann en la cartera de Agricultura y Ganadería, cuya cabeza había pedido el cartismo el 28 de agosto, junto con las de los ministros Eduardo Petta y Arnoldo Wiens.

Más rotundo fue el senador Sergio Godoy, quien el 22 de septiembre enfatizó que el jefe del Poder Ejecutivo carece de autoridad moral tras el intento de traición a la patria y anticipó que “en un corto o mediano plazo van a ir surgiendo otras cosas que van a ser inaguantables y se va a terminar yendo”. Por si el claro mensaje del senador haya sido ignorado por el destinatario, su colega Enrique Riera habló el 23 de este mes sin ningún tapujo. Lamentó que, tras la crisis causada por el Acta Bilateral, Mario Abdo Benítez no haya tenido una actitud humilde y conciliadora con el sector que “ahora le saca las papas del fuego”. En vez de arrastrarse, habría dicho que peleará contra las mafias “y resúltase que después son las ‘mafias’ las que lo salvan”. O sea que el cartismo se dio por aludido. Aparte de criticar el nombramiento de Friedmann, el senador insinuó que, como persiste en sus errores, el Presidente de la República solo podría conservar el cargo si este fuera su último año de mandato. La espada de Damocles pende así de un hilo muy fino, que no resistirá cuatro años. Pero esta suerte de “apriete” al Primer Mandatario no terminó allí, ya que el 24 de septiembre el senador Antonio Barrios creyó oportuno recordar que “siempre existe una posibilidad de juicio político”.

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Cuando el día después se le pidió comentar los dichos de los senadores citados, el dueño de Honor Colorado se lavó las manos: “Cada uno se hace cargo de lo que dice”. Empero, el exgobernante que llegó a anunciar que iba a cortar la mano de los corruptos, sin que dejara a su paso ningún manco, se permitió apuntar que se habla mucho de “caiga quien caiga”, pero resulta que nadie cae. La observación fue respondida el día después por el jefe de Estado con otra alusión, al decir que “molesta mucho” que intachables exfiscales integren una Unidad Anticorrupción dependiente de él. En cuanto al pronóstico o la advertencia de que no terminaría su mandato, el jefe de Estado se limitó a decir que los cartistas tenían derecho a creerlo. Por cierto, ya fueron de las palabras a los hechos, al unirse en la Cámara Baja con la oposición para destituir a un intendente abdista y rechazar un proyecto de ley sobre el biodiésel apoyado por el sector “oficialista”. Cualquiera sea el desenlace de la confrontación, ya sirve para destacar que un contubernio, fundado solo en el apetito de poder, mal puede servir para un buen Gobierno.

Ante el amplio rechazo suscitado por la infame Acta Bilateral, Abdo Benítez se vio en apuros, pues se avizoraba un juicio político que podría concluir con su destitución y con la del vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, mediante el voto de los opositores y de los cartistas. Pero llegó la “generosa mano” de Honor Colorado, cuyos integrantes cambiaron de opinión de la noche a la mañana. Querían que su líder compartiera de hecho el poder, es decir, que sus allegados recuperaran algunos cargos perdidos. Aquí se unieron el hambre y las ganas de comer, algo que fue facilitado por la ominosa perspectiva de que la Presidencia de la República fuera asumida por el senador Blas Llano (PLRA). Lo de menos para gestar la connivencia fue la cuestión de si Mario Abdo Benítez y Hugo Velázquez delinquieron o no o si desempeñaron mal sus correspondientes funciones.

Como se ve, el motivo del salvataje y de los encontronazos posteriores es el poder puro y duro. El pacto abdo-cartista está muy lejos de garantizar la “estabilidad” del país, invocada por el jefe del Poder Ejecutivo para justificar el desaguisado. A ver quién le saca ahora a “Marito” las “papas del fuego”, al decir del senador Riera, porque, al parecer, los cartistas están más bien dispuestos a añadir más leña al fuego.