La reelección solo conviene a quienes hacen de la politiquería un estilo de vida

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Como era previsible, el tema de la reelección presidencial volvió a salir a la luz, esta vez de la mano del Consejo de Presidentes de Seccionales Coloradas, presidido por el añetete Édgar López. Se trata de un manido asunto, que obsesiona a los adulones y también seduce al gobernante de turno. Se funda en las simples ganas de los politicastros de medrar a la sombra del poder durante más de cinco años. Como siempre, se aduce que el pedido de llamar para el efecto a una Convención Nacional Constituyente “nace de la base popular”, lo que bien podría conducir más tarde a que Mario Abdo Benítez ceda ante el supuesto clamor de la gente. Como dijo Horacio Cartes, “si el pueblo lo pide, no puedo negarme”. Tampoco pudo negarse Alfredo Stroessner, y se le tuvo que aguantar 35 años. Se trata de un tema que en este momento no es una prioridad, por lo que “Marito” debería dedicarse a gobernar buscando solucionar los graves problemas que sí son de interés ciudadano.

Como era previsible, el tema de la reelección presidencial volvió a salir a la luz, esta vez de la mano del Consejo de Presidentes de Seccionales Coloradas, presidido por el añetete Édgar López. Se trata de un manido asunto, que obsesiona a los adulones y también seduce al gobernante de turno. Por lo visto, los reeleccionistas de hoy están muy entusiasmados con la gestión de quien asumió su cargo hace solo poco más de un año, tanto que estiman que merece desde ya continuar en el cargo. Su anhelo de que se elimine la cláusula de que el presidente y el vicepresidente de la República “no podrán ser reelectos en ningún caso”, no responde a un análisis de nuestra historia política, de la experiencia latinoamericana y del Derecho Constitucional comparado. Se funda en las simples ganas de los politicastros de medrar a la sombra del poder durante más de cinco años.

Como siempre, el pedido de llamar para el efecto a una Convención Nacional Constituyente “nace de la base popular”, lo que bien podría conducir más tarde a que Mario Abdo Benítez ceda ante el supuesto clamor de la gente. Como dijo Horacio Cartes, “si el pueblo lo pide, no puedo negarme”. Tampoco pudo negarse Alfredo Stroessner, de modo que se vio forzado a aceptar que la Constitución sea modificada en 1977 para que continúe “sirviendo” al país por tiempo indefinido. Así, se le tuvo que aguantar 35 años.

Los pretextos para continuar en el poder contra viento y marea, son muchos. Evo Morales, que se apresta a iniciar su cuarto mandato gracias al fraude electoral, alegó que tenía el “derecho humano” a volver a candidatarse. No sería asombroso que este curioso argumento también sea invocado por nuestros expresidentes, que estiman indigno para ellos verse limitados a ejercer una senaduría vitalicia.

Sin sentar una posición en contra de la reelección, cabe decir, sin embargo, que la experiencia conocida y nuestra cultura política actual, aún marcada por un pasado oprobioso, hacen necesaria la renovación, la alternancia en el Poder Ejecutivo. La persistente pobreza no es atribuible a que desde 1989 la presidencia fue ejercida a lo sumo solo durante cinco años, sino a que estuvo en manos de ineptos o corruptos. No les faltó tiempo, sino calidad de estadistas, pero Nicanor Duarte Frutos, Fernando Lugo y Horacio Cartes quieren volver a gobernar a toda costa, como si su desempeño habría de mejorar notablemente en una segunda ocasión. El año pasado estuvieron a punto de lograr su propósito mediante una enmienda inconstitucional.

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A la experiencia local se debe sumar la regional, pues casi todos los que lograron la reelección, algunos por caminos torcidos, como se pretendió en nuestro medio, después quisieron la re-reelección, y así sucesivamente, como está ocurriendo en este mismo momento en Bolivia.

Se suele alegar que en muchos países se admite la reelección presidencial, pero esta razón no parece suficiente para imitarlos en las actuales circunstancias.

Más allá de los pretextos o argumentos que se expongan para promover la reforma constitucional, lo que ahora importa es subrayar que quienes hoy se apresuran con esta cuestión recurrente mencionan indebidamente al pueblo. La ciudadanía tiene problemas mucho más urgentes e inquietudes mucho más graves que lo planteado en tan mala hora por los seccionaleros de siempre. Le han hecho un pobre favor a Abdo Benítez si –y solo si– no aspira en verdad a ser reelecto. Se diría que la experiencia sugiere que suenen las alarmas, pues aun faltan cuatro años para que termine el periodo presidencial y la campaña lanzada puede ir ganando fuerza. Además, no conviene apartar la vista del bien público amenazado por la retracción económica, la inseguridad reinante y la corrupción galopante.

Por de pronto, si el presidente de la República quiere hacer un buen Gobierno, debería ocuparse de atender los asuntos propios de su cargo y hacer oídos sordos a los sempiternos aprovechados. ¿Por qué tienen tanta prisa? ¿Quieren desviar la atención de la gente? Es tan ridículo que los 387 presidentes de seccionales coloradas vayan a “juntar” desde ya 30.000 firmas para presentar al Congreso una iniciativa popular, tal como ocurrió bajo el anterior Gobierno, que solo cabría suponer que se busca distraer a la ciudadanía.

La rápida desmentida de voceros del presidente Abdo Benítez de que este aspire a la reelección no debe ser un argumento contundente para despejar el ambiente, pues a medida que avanza el tiempo los mandatarios suelen tomarle el gusto al poder y escuchar el canto de sirena de que “el pueblo lo pide”. Al respecto, cabe recordar que en febrero de 2016, tras un acto realizado en Limpio, Horacio Cartes pidió que se deje de “hablar de algo (la reelección) que no está permitido”, y agregó que si él gastara su tiempo en eso, deshonraría el compromiso asumido. Y así nos fue. Su ambición y la adulonería de sus corifeos le hicieron cambiar de idea, y para que la abandone tuvo que correr sangre y fuego.

Reiterando que no se puede cuestionar la legitimidad de la idea de una reelección presidencial, lo que conviene es auscultar la opinión ciudadana más allá de la de los adulones de siempre, y para el efecto las redes sociales constituyen un buen instrumento. Se trata de un tema que en este momento no es una prioridad, por lo que “Marito” debería dedicarse a gobernar buscando solucionar los graves problemas que sí son de interés ciudadano. Es lo que espera la opinión pública, lo que para un demócrata debería ser mucho más relevante que lo que se les ocurra a quienes hacen de la politiquería un rentable estilo de vida.