El exfutbolista brasileño de fama mundial Ronaldo de Assis Moreira (“Ronaldinho Gaúcho”) y su hermano Roberto llegaron al Paraguay al mediodía del miércoles, vía Aeropuerto Internacional Silvio Pettirossi, portando pasaportes y cédulas de identidad apócrifos, supuestamente expedidos por el Departamento de Identificaciones de la Policía Nacional (PN) el 7 de enero de este año. El ingreso al país fue autorizado luego por funcionarios de la Dirección General de Migraciones (DGM), llamativamente, pese a darse cuenta del contenido falso de los pasaportes. Luego, los distinguidos “compatriotas” fueron escoltados hasta su hotel por dos motocicletas y un vehículo patrullero de la PN. Lo acontecido ridiculiza a los citados organismos dependientes del Ministerio del Interior y evidencia, por si aún hiciera falta, la extrema vulnerabilidad de nuestros controles fronterizos. El bochornoso caso es atribuible a la podredumbre de la PN, presunción que debe extenderse a la DGM, ya que resulta increíble que sus funcionarios puedan ser tan idiotas. El esperpento llegó al colmo cuando el jefe de la Comisaría Tercera Metropolitana, el comisario principal Miguel López Russo, difundió por una red social una foto que lo muestra sonriendo y abrazando al célebre jugador, supuesto autor de un delito penado con hasta cinco años de cárcel, antes de que el mismo declare ante el agente fiscal Federico Delfino.
Episodios como los referidos –propios de un país de opereta– colocan al Paraguay en la mira de las organizaciones nacionales e internacionales que combaten el narcotráfico y el terrorismo. Ocurre que aquí puede ingresar cualquier extranjero, por más conocido que sea, mostrando un pasaporte en el que se lee que tiene la “nacionalidad paraguaya naturalizada”, o sea, la misma de la que llegó también a gozar Darío Messer, cuya novia brasileña Myra de Oliveira Athayde también obtuvo una cédula de identidad paraguaya mientras el “hermano del alma” estaba prófugo. Hallándose en igual situación, el criminal argentino Ibar Pérez Corradi la había comprado de un suboficial del Departamento de Identificaciones de la PN, a lo que debe sumarse la protección policial a cambio de 160.000 dólares, según confesó. Hay que aclarar que ninguno de los participantes del hecho fue procesado. También el narcotraficante brasileño Sergio de Arruda Quintiliano Netto (“Minotauro”) tuvo una cédula de identidad paraguaya falsa, pero no fue encausado por ese delito para que pudiera ser juzgado en su país. Valgan estos antecedentes para demostrar que es bastante fácil conseguir en el Paraguay documentos apócrifos proveídos por las propias instituciones y autoridades y, por lo visto, también pasaportes, siempre que haya dinero de por medio.
En este episodio también aparece una tal Dalia López, presentada como la empresaria que trajo al retirado astro deportivo. Vinculada con cuestionados políticos colorados del departamento de San Pedro, preside un holding y una fundación que manejaría mucho dinero, ya que realiza millonarias donaciones a entidades deportivas y sociales. A los contribuyentes les interesará saber si sus movimientos están siendo controlados por la Subsecretaría de Estado de Tributación y la Seprelad.
Resulta obvio que en este escandaloso asunto corrieron guaraníes o dólares, pero no así el motivo por el que “Ronaldinho Gaúcho” y su hermano creyeron conveniente valerse de esos grotescos documentos. Sería ocioso conjeturarlo, aunque llame la atención que su habitación haya sido registrada en horas de la noche, mucho después del arribo, por policías del Departamento Contra el Crimen Organizado. Pero mucho más llamativo aún es que el jefe de la DGM, Alexis Penayo, haya dicho que informó al ministro del Interior, Euclides Acevedo, de que los documentos en cuestión eran apócrifos, enviándole incluso las fotos de los pasaportes. Pero habría sido ignorado: “Le informé vía WhatsApp que esos datos no figuran en el sistema y que encima figura como naturalizado. Me dejó en visto. ‘Kóre’, me respondió el ministro”. El renunciante director, que también habría informado al jefe del Departamento de Identificaciones de la PN, comisario principal Inocencio Escobar, se quejó de que agentes policiales hayan escoltado al visitante hasta la noche. “¿Por qué si tenían esos datos no me denunciaron a mí y le detuvieron a Ronaldinho?”, preguntó Penayo. Buena pregunta, que puede extenderse a por qué sus propios subordinados permitieron el ingreso si habían advertido que los documentos exhibidos no eran auténticos.
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Es claro que aquí tienen que rodar cabezas, que las responsabilidades políticas deben ser deslindadas y que el Ministerio Público debe hacer mucho más que tomar declaraciones indagatorias a los presuntos delincuentes brasileños. De una vez por todas, hay que sanear el Departamento de Identificaciones de la PN y la DGM, pues lo que allí se viene perpetrando no solo tiene que ver con la corrupción, sino también con la seguridad nacional e internacional. Lo acontecido es de suma gravedad e invita a cuanto mafioso o terrorista esté siendo buscado a refugiarse en un país donde es tan fácil obtener documentos adulterados y valerse de ellos aunque su irregularidad sea flagrante. Ahora que esta infausta noticia está recorriendo el planeta, ¿con qué cara el Presidente de la República y el ministro del Interior se reunirán con sus respectivos colegas extranjeros para dialogar sobre asuntos de seguridad? ¿No les avergüenza la venalidad o la estupidez de las que hicieron gala los citados órganos, dependientes del Poder Ejecutivo?
Este espantoso ridículo debe tener severas consecuencias, como las que en algún momento anunció el ministro Acevedo con respecto a la PN, que la “desinfectaría”. Mientras todo quede en líricas declamaciones, en las que ya nadie cree, a nuestro país se le continuará perdiendo el respeto por ser considerado refugio ideal para criminales.