La pandemia da un respiro a la naturaleza

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Desde que en diciembre pasado se disparó la pandemia del covid-19, con epicentro en la ciudad de Wuhan, China, al momento presente el mundo continúa soportando abrumadoras cifras de víctimas, además de un tremendo impacto en la economía de los países. En efecto, los devastadores efectos del virus no solo se ven reflejados en los costes humanos que va dejando a su paso, sino que también muestran su nefasta manifestación en la economía global. En contrapartida, la merma de la actividad humana en la industria, el turismo o la disposición de basuras, entre otras cosas, parece haber proporcionado un respiro a la naturaleza, que en muchos casos aparenta haber vuelto a sus estados primigenios, observándose una regeneración del medio ambiente en diferentes lugares del mundo. En nuestro país, también se perciben aspectos positivos a nivel ambiental, como el clareamiento de las aguas de algunos arroyos y la aparición de especies de la fauna en forma no habitual. La naturaleza y el desarrollo no son incompatibles. Los casos señalados deben interpretarse como un contundente mensaje de la necesidad de que los países construyan una agenda en la que se conjuguen ambos componentes.

Desde que en diciembre pasado se disparó la pandemia del covid-19, con epicentro en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei, China Central, al momento presente, el mundo continúa soportando abrumadoras cifras de víctimas, además de un tremendo impacto en la economía de los países.

En efecto, los devastadores efectos del virus no solo se ven reflejados en los costes humanos que va dejando a su paso, sino que también muestran su nefasta manifestación en la economía global. En este sentido, el portal de las Naciones Unidas, a través del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, avizora que la pandemia ocasionaría este año una reducción de casi el 1% de la economía mundial. Se estimaba un crecimiento del 2,5%. Advirtió, incluso que se podría producir una mayor disminución de la producción global, como así también del sector de servicios, entre ellos el comercio minorista, el esparcimiento, las atenciones sociales, las actividades recreativas y el transporte.

En contrapartida, por encima de los preocupantes pronósticos, la merma de la actividad humana en la industria, el turismo o la disposición de basuras, entre otras cosas, parece haber proporcionado un respiro a la naturaleza, que en muchos casos aparenta haber vuelto a sus estados primigenios. En tal sentido, uno de los primeros efectos positivos a nivel mundial y del cual se hicieron eco las redes sociales, fue el mejoramiento de las aguas de los canales de Venecia, Italia, uno de los países más azotados por el coronavirus. Elocuentes videos que recorren el mundo muestran la drástica transformación de esas aguas en un lugar turístico muy apreciado: han recuperado parte de su claridad, debido a la ausencia de visitantes y, por tanto, a la menor cantidad de residuos y a la drástica reducción del tráfico de góndolas y otras embarcaciones. Inclusive, se han vuelto a ver peces en los canales despejados.

La regeneración del medio ambiente se ha observado también en varios otros sitios. En la misma populosa ciudad industrial de Wuhan, la cuna del coronavirus, los lugareños admiraron el regreso de los cielos azules en vez de la atmósfera contaminada, cargada de esmog, que ha preocupado siempre a los entendidos en salud pública. En la India, donde el primer ministro Narendra Modi dispuso un confinamiento total por 21 días para contener la propagación del coronavirus, también se pudo apreciar un sorprendente clareamiento de la atmósfera. Otro efecto saludable es que de nuevo se pueda ver desde lejos y en todo su esplendor la Cordillera del Himalaya, que cuenta con los picos más altos del mundo, tanto que los residentes de Jalandhar, ciudad a unos 200 kilómetros de distancia, están hoy fascinados por el espectáculo. La falta de movimiento y el silencio también alentaron que en algunos lugares del mundo, animales silvestres se atrevieran a internarse en las ciudades, como ocurrió en Santiago de Chile, donde se vio un puma recorriendo las calles desiertas.

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En nuestro país, la cuarentena está mostrando también aspectos positivos a nivel ambiental. La Dirección General de Biodiversidad del Medio Ambiente, dependiente del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades), dio cuenta de que aves de distintas especies invadieron la Bahía de Asunción. De hecho, la gente comenta que el silencio reinante permite apreciar con mayor facilidad el trino de las mismas. Asimismo, se destaca que debido a que algunas fábricas dejaron de funcionar y existe menor actividad humana, los cauces hídricos se ven liberados de los habituales vertidos salvajes. Como ejemplo, se puede mencionar que vecinos del tradicionalmente polucionado y oscuro arroyo Lambaré, se sorprenden al ver sus aguas con una inusual transparencia.

Como se sabe, lo más nocivo para el ambiente son las industrias que emiten gases de efecto invernadero o lanzan sus efluentes en ríos, arroyos y lagos. Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), afirma que la pandemia del coronavirus ha de verse como una oportunidad para construir una economía diferente, una en la que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y un distinto estilo de vida. En su opinión, “cualquier impacto ambiental positivo después de esta aborrecible pandemia, debe comenzar por el cambio en nuestros hábitos de producción y consumo”.

La naturaleza y el desarrollo no son incompatibles. Los ejemplos de la reacción positiva de la naturaleza en diversos lugares del mundo en estos pocos meses, mediante una atmósfera más limpia, corrientes hídricas más transparentes y el surgimiento de una exuberante biodiversidad, deben interpretarse como un contundente mensaje de la necesidad de que los países construyan una agenda en la que se conjuguen ambos componentes. Al respecto conviene traer a colación lo expresado por Achim Steiner, un ambientalista que se desempeña como administrador del PNUD: “Si seguimos por este camino, si no somos capaces de invertir y disociar las pautas actuales de producción y consumo de los recursos naturales, los gobiernos presidirán niveles de deterioro y degradación sin precedentes”.