La conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores, en honor a los denominados Mártires de Chicago, grupo de sindicalistas muertos en 1886 en los Estados Unidos durante una revuelta en reclamo de mejores condiciones laborales, nos encuentra en Paraguay y en el mundo en uno de sus peores momentos a consecuencia de la pandemia desatada por el covid-19. Los datos sobre trabajadores que quedaron temporalmente cesantes y el cierre masivo de comercios, así como las pocas esperanzas de inmediata reactivación de la economía, generan una gran incertidumbre y avizoran un duro panorama. Ante la inminente llegada de la denominada “cuarentena inteligente” anunciada por el Poder Ejecutivo, y la necesidad de un plan global de reactivación de la economía, urge que el Gobierno escuche los reclamos de las fuerzas vivas a fin de mejorar esa propuesta y permitir mantener a flote a empresas y emprendimientos para evitar una debacle mayor a la ya existente, con grave daño a la fuerza laboral.
Pese a los buenos resultados de los grandes indicadores de la economía del Paraguay en los últimos quinquenios, la situación de los trabajadores no se ha modificado sustancialmente, lo cual refleja falencias en la estructura económica y en los controles que ejercen las instituciones públicas responsables de la formalización del sector. Se estima que del total de la población ocupada en nuestro país, el 50% es asalariado (el 9,9% cobra del Estado y el 40,3% labura en el sector privado), mientras otro 42,1% es independiente, en tanto un 7,7% pertenece al cuadro de trabajadores domésticos. Aunque la tasa de desocupación llegaba al 5,7% a finales del 2019, en tanto la tasa de subocupación afectaba al 6,6%, la alta informalidad citada anteriormente demuestra el elevado nivel de volatilidad que soporta la fuerza laboral. Se calcula que el 70% no cuenta con un seguro social, lo cual le aventura sufrimientos en el futuro debido a que carecerá de una jubilación y estará obligada a recurrir a un frágil sistema público de atención de la salud.
La economía paraguaya tuvo un pobre desempeño en el 2019 con un Producto Interno Bruto (PIB) que cerró en 0%. Las esperanzas iniciales de una reactivación con un crecimiento estimado del 4,1% para este año se desplomaron con la aparición del covid-19, causando también estragos en las economías del mundo, donde ni las grandes potencias han permanecido inmunes. Una nueva revisión de nuestras cifras por parte del Banco Central del Paraguay (BCP), dada a conocer esta semana, estima una recesión del 2,5% para finales del 2020, el peor resultado obtenido desde 1983. En este contexto, el Ministerio de Trabajo (MT) ha informado que hasta esta semana ha recibido más de 7.000 expedientes de empleadores con solicitudes de suspensión temporal de los contratos de aproximadamente 88.000 trabajadores, además de 2.000 despidos injustificados. No se tienen datos ciertos respecto a cierres definitivos de establecimientos y a la cantidad de despidos, aunque es fácil aventurar que las cifras serán apocalípticas. A modo de ejemplo, la Cámara de Comercio y Servicios de Ciudad del Este estima que en esa zona existen unas 4.700 empresas y cerca de 100.000 empleos, tanto formales como informales. Temen que 50.000 queden en la calle.
Tras dos meses de paralización parcial, inicialmente, y luego total del país, el Poder Ejecutivo anunció la implementación de la llamada “cuarentena inteligente” o “modo de vivir covid-19”, que establece cuatro fases de paulatina liberalización de actividades para ciertos sectores a partir del próximo lunes 4 de mayo. La propuesta no ha caído bien en los gremios empresariales que están reclamando a las autoridades del Ejecutivo una mesa de diálogo con el objeto de modificarlo de tal manera a anticipar la apertura de determinados conglomerados económicos que permitirán mantener el giro de los negocios y reducir al máximo el cierre definitivo de los establecimientos. De esta manera, creen que con un protocolo bien delineado, que contemple las máximas precauciones para evitar contagios de la enfermedad, se coadyuvará en la dinamización de la economía.
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No es razonable plantear la situación actual como si existiera un conflicto de intereses en esta materia. Está muy claro que la vida y la salud son bienes supremos para todo ser humano, pero está visto que para su mantenimiento es necesario ser creativos en sostener en funcionamiento la economía, sin poner en riesgo por un solo segundo a ningún ciudadano paraguayo. Esta coyuntura está poniendo a todos los integrantes de esta República a una prueba de responsabilidad y fundamentalmente de solidaridad.
El Estado paraguayo ha sido endeudado por US$ 1.800 millones para atender requerimientos básicos de esta pandemia, aunque gran parte del dinero irá al pago de salarios del sector público, un beneficio privilegiado en la actualidad ante la catástrofe que sufren las empresas, las que son sometidas a una total restricción de sus actividades. Es cierto que el Legislativo y el Ejecutivo han arbitrado medidas legales de financiación que hasta ahora no están llenando todas las expectativas de los potenciales destinatarios, debido a la burocracia o lentitud de su ejecución. Los programas de asistencia social con pagos de subsidios han sido insuficientes, más aún cuando uno de ellos ha resultado un fracaso como el caso “Ñangareko”, mientras que las ayudas económicas tanto en “Pytyvõ” como la del Instituto de Previsión Social (IPS) alcanzan solo a un segmento limitado, cuando la pandemia golpea a todos sin distinción. Para colmo de males, los sectores populistas de siempre pretenden instalar una reforma impositiva en medio de una debacle económica.
Este triste panorama nos anticipa una celebración que hoy estará marcada por dudas y preocupaciones. Es hora de unir las fuerzas de trabajadores, empleadores y Gobierno para buscar los caminos más adecuados a fin de zafar esta crisis. Solo de esta manera se podrá caminar hacia la generación de las condiciones más justas posibles para nuestros trabajadores. Más adelante volveremos a las discusiones de fondo sobre cómo avanzar para mejorar la situación, no solo de aquellos pocos que están en la formalidad, sino fundamentalmente para permitir la formalización de aquellos que trabajan en condiciones paupérrimas. Esta pandemia está dejando un tendal de muertos en todo el mundo así como una multitud de desocupados. Urge que entre todos encontremos la fórmula para evitar una hecatombe nacional.