Nuestro país tiene recursos hídricos más que suficientes para la provisión continua de agua potable y de energía eléctrica a sus escasos 7,2 millones de habitantes. Empero, las estatales Administración Nacional de Electricidad (ANDE) y la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay SA (Essap) se muestran incapaces de cumplir con sus respectivas funciones. Cada año se repite la triste historia de que los usuarios no puedan acceder a esos servicios debido a las frecuentes interrupciones, sobre todo cuando el calor arrecia. No son provocadas por situaciones muy extraordinarias y por ende poco previsibles, sino por circunstancias tales como las ráfagas de viento que afectan el tendido de cables o las cañerías rotas que causan pérdidas de agua potable. Según la propia Essap, “una gran parte de la infraestructura de tuberías está en condiciones críticas”, razón por la cual las pérdidas llegan a nada menos que el 47%.
No es raro que su ineficiencia y la de la ANDE se conjuguen, como cuando la baja tensión del fluido eléctrico impide el adecuado bombeo del agua. Esas empresas públicas no podrían competir en el libre mercado porque son incapaces de satisfacer la demanda de los consumidores. Como tienen una posición monopólica, sus directivos –nombrados con criterios político-partidarios– no se ven forzados a que las prestaciones sean buenas, en calidad y precio. Y como sus bolsillos no resultan afectados, no se esfuerzan lo bastante para combatir las conexiones “clandestinas”, es decir, el hurto de energía eléctrica o de agua potable.
En diciembre del año pasado, la ANDE informó que pierde el 24,5% de la energía producida, en su mayor parte debido a las conexiones irregulares que le cuestan unos cien millones de dólares anuales. A los jerarcas de esas empresas estatales tampoco les importa mucho que los usuarios honestos paguen más de lo debido, calculando el consumo a ojos de buen cubero. Lo que sí les interesa –y mucho– es mantener satisfechos a sus empleados mediante contratos colectivos sumamente generosos con el dinero ajeno. Datos oficiales indican que el Paraguay usa apenas el 22% de la energía eléctrica que produce y que la cobertura de agua potable llega a solo el 80% de la población urbana y al 49% de la rural. Es decir, las empresas estatales no están en condiciones de ofrecer un buen servicio ni siquiera a unos consumidores relativamente escasos, pese a contar con abundante “materia prima”. Resulta que, aparte de lo antedicho, en las últimas décadas se ha robado mucho y se ha invertido poco. Es cierto, por ejemplo, que cada año el Presupuesto nacional priva de recursos a la ANDE para encubrir el déficit fiscal, pero así y todo debería poder garantizar el suministro permanente en un país que se precia, justamente, de ser el mayor exportador mundial de energía hidroeléctrica.
Por su parte, el presidente de la Essap, Natalio Chase, se limitó a garantizar la completa provisión de agua potable a Asunción y al área metropolitana, “porque sería caótico tener a dos millones de paraguayos sin agua”, en pleno verano. Se impone la pregunta de que si los demás compatriotas tendrían que soportar la escasez con estoicismo, ya que la empresa (mal) presta el servicio en localidades de más de diez mil habitantes y la sequía, con la consecuente bajante de los ríos y arroyos, afecta a todo el país. Por de pronto, ya correrían peligro los pobladores de San Bernardino, “una ciudad que genera pérdidas” y en la que en la última semana se detectaron casi 50 conexiones clandestinas. Como si nunca se hubiera imaginado que alguna vez podría haber una aguda sequía, la Essap acaba de llamar a una licitación para instalar con urgencia unas bombas de succión en el río Paraguay, en reemplazo de las dos prestadas de la Entidad Binacional Yacyretá. Desde luego, es deseable que tanto ella como la ANDE amplíen sus respectivas coberturas, aunque sería preferible que antes invirtieran en el mantenimiento de las redes ya existentes. Expandirlas solo implicaría, tal como están las cosas, extender un pésimo servicio a un alto costo. Debe insistirse en que lo que ocurre una y otra vez, para mal de los usuarios, es el resultado de largos años de ineptitud, negligencia y corrupción. Esta lamentable historia tiene mucho que ver con el populismo y la politiquería, también evidenciados en el tratamiento que ciertos parlamentarios dieron a las facturas de ambas empresas estatales, en el marco del estado de emergencia sanitaria.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Parece un chiste de mal gusto pero además de vivir en el país donde opera una de las mayores hidroeléctricas del mundo, también vivimos en la nación del sálvese quien pueda. El que tiene poder adquisitivo invierte en generadores para asegurar la electricidad y tanques o pozos para abastecerse de agua. Y el que no tiene forma de acceder a servicios tan esenciales, padece agua con cuentagotas o largos viacrucis de horas o días sin luz, viendo cómo se esfuman escuálidas ganancias y se deteriora su calidad de vida, agobiados por el calor, los mosquitos y el agua tan básica para lo esencial. Se configura entonces una diabólica espiral: sin luz, también está cuasicertificado el desabastecimiento de agua ya que la aguatera estatal aún no descubrió cómo proveer el líquido vital sin energía eléctrica. Y este chiste de mal gusto se vuelve burla cuando uno mira cómo la capital del Guairá, Villarrica, que tiene un servicio privado de energía eléctrica, acaba de garantizar un verano sin cortes de energía a la población.
En fin, si cada año se reitera el drama de los cortes de energía eléctrica y de agua potable es porque nadie se decide a ponerle fin, como si ello supone que afectaría intereses nefastos, bien arraigados. Cuesta creer que se trate solo de un problema de incapacidad o indolencia. Se suceden los Gobiernos, pero los usuarios de la ANDE y de la Essap, incluyendo a los industriales, siguen en las mismas. Da la impresión de que a los que mandan les importa un bledo que no puedan beber agua potable, prender un foco o producir. Y todo ello, en un país tan bien dotado con recursos hídricos, como el nuestro.