Es momento de extremar los cuidados

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Justo cuando cumplimos un año desde que se anunciara de manera oficial el primer caso de coronavirus en Paraguay y se declarara el confinamiento de la población, primero total y luego en diferentes fases, se alcanzan a nivel nacional los picos más altos de contagios diarios. En este escenario de aumento de contagios y la posibilidad de una inmunización masiva no se vislumbra de manera concreta en el horizonte debido a la mala gestión del Gobierno, la clave está en el autocuidado y la protección mutua, con sentido de comunidad. Así como no podemos dejar de reclamar ni por un instante que el Estado asegure las vacunas para toda la población y garantice la atención y los medicamentos necesarios para quienes lo requieran, tampoco podemos eludir nuestra responsabilidad personal y ciudadana en lo que respecta a los cuidados personales fundamentales: el uso de tapabocas, la higiene de manos y el distanciamiento social.

Justo cuando cumplimos un año desde que se anunciara de manera oficial el primer caso de coronavirus en Paraguay y se declarara el confinamiento de la población, primero total y luego en diferentes fases, se alcanzan a nivel nacional los picos más altos de contagios diarios. Se reportan al día más de dos mil casos nuevos. Se puede afirmar que prácticamente no existe núcleo familiar que no haya sentido los embates de esta enfermedad, con mayor o menor intensidad. Pero nadie se libra: pobres o ricos, poderosos o comunes, jóvenes o adultos mayores. A la hora de la verdad, el virus nos iguala en nuestra vulnerabilidad como humanos, aunque, por supuesto, dada la imprevisión, corrupción y desabastecimiento reinantes, los recursos económicos propios o autogestionados pueden hacer –hasta cierto punto– la diferencia.

Si bien otros países vivieron ya tres confinamientos totales desde que se desató la crisis sanitaria mundial, no hay consenso y menos predisposición para que a nivel local se vuelva a una cuarentena absoluta. La primera experiencia pudo haber tenido resultados favorables para ralentizar la expansión del covid-19, pero resultó devastadora para la economía. Se cerraron empresas, se perdieron puestos de trabajo y el encierro pasó la factura a la salud mental de la población, especialmente a los niños, jóvenes y personas de la tercera edad, que fueron prácticamente privados de su libertad.

En este escenario de aumento de contagios donde la gran mayoría de las actividades fueron reanudadas –aunque persisten ciertas restricciones– y la posibilidad de una inmunización masiva no se vislumbra de manera concreta en el horizonte debido a la mala gestión del Gobierno, la clave está en el autocuidado y la protección mutua, con sentido de comunidad. En lo que respecta a la vacunación, el escenario se presenta sombrío y por ahora todo son anuncios crípticos. Lo concreto es que Paraguay es furgón de cola en la región, y al país solo han llegado 4.000 dosis de la vacuna Sputnik V, compradas a Rusia, y 20.000 dosis de la vacuna china Coronavac, donadas por Chile. Las excusas por las cuales estamos en esa situación son diversas, pero la única verdad es que estamos desprotegidos y lo seguiremos estando por un buen tiempo. Es por eso que los cuidados personales son tan importantes.

Probable y comprensiblemente agobiadas, muchas personas parecen haber bajado la guardia y ya no siguen los protocolos sanitarios. O se cuidan solo “para la exportación” y respetan las disposiciones protocolares solo cuando podrían ser observadas.

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De acuerdo con los datos oficiales, ya son casi 150.000 las personas que se han recuperado del covid en Paraguay y muchas de las que pasaron por esa experiencia han tirado la toalla. Consideran que por haberse enfermado una vez ya no corren peligro. Pero no es así: la evidencia demuestra que es posible reinfectarse y también que, aunque se adquiera cierta inmunidad temporal, todavía se es agente de contagio, por lo que aún las personas vacunadas deben seguir utilizando tapabocas.

No es raro ver que ya no se guardan las distancias, y que el tapabocas funciona como una especie de adorno, que se sube, se baja, se guarda en el bolsillo o se apoya sobre diferentes superficies, sin el riguroso cuidado que debemos adoptar para protegernos en serio y no solo para que no nos miren mal. Con solo circular en la vía pública se puede ver que hasta el día de hoy se comparten rondas de tereré en las que se usa una sola bombilla en común, o se bebe alcohol del pico de la misma botella.

Ocurre también que el miembro de la familia o del núcleo laboral o de estudio que más se apega a las medidas de cuidado es blanco de críticas y burlas. Y sin embargo, está haciendo lo correcto. No debemos tener vergüenza de llamar la atención ante una situación que nos pone en riesgo a todos o retirarnos de un lugar si vemos que no se cumplen las condiciones de seguridad y no nos sentimos cómodos.

Un ejemplo positivo de apego a los protocolos es la actuación de Bernardino Viera, guardia de seguridad de un local comercial que quiso impedir la entrada al seccionalero Silvert Gómez Molinas, porque este se negaba a lavarse las manos para ingresar. Terminó siendo escupido por este prepotente personaje que concentra en su ser un caudal de rasgos negativos y despreciables y que se ganó el repudio popular.

Sin alcanzar niveles tan reprochables como el de Gómez Molinas, de manera cotidiana vemos ejemplos de descuido y negligencia. En las calles, en las plazas y en los mercados se puede observar que incluso personas que manipulan alimentos no toman los recaudos necesarios, no usan tapabocas y no se higienizan las manos. En estos casos sí corresponde un control de las autoridades municipales, que no se está haciendo.

El cuidado no es otra cosa que una demostración de amor, amor propio y hacia los demás, cercanos, conocidos o no. Es respeto hacia el bien supremo que es la vida. Para que la vida social, académica y económica siga su curso, todos debemos poner extremo cuidado, sin que ello implique cancelar por completo las actividades que involucren presencia física, sino gestionarlas para que no pongan en riesgo a nadie.

Este domingo vence la vigencia del Decreto 4880 por el cual se establecen medidas específicas en el marco del plan de levantamiento gradual del aislamiento preventivo general. Independientemente de la decisión que se tome, somos los ciudadanos los que podemos con nuestras actitudes y cuidados alivianar la carga general.

Mientras tanto, así como no podemos dejar de reclamar ni por un instante que el Estado asegure las vacunas para toda la población y garantice la atención y los medicamentos necesarios para tratar digna y eficazmente a todos quienes lo requieran, tampoco podemos eludir nuestra responsabilidad personal y ciudadana en lo que respecta a los cuidados personales fundamentales: el uso de tapabocas, la higiene de manos y el distanciamiento social.