La FTC debe producir resultados para justificar su costosa existencia

Mientras los grupos ilegales atacan estancias y los familiares de secuestrados se desesperan sin tener noticias de sus seres queridos privados de libertad, los efectivos del orden vegetan en sus cuarteles y campamentos, esperando el llamado de las víctimas de los ataques, para acudir y llegar siempre tarde, porque los criminales ya se encuentran a buen recaudo. Esta es una realidad que se ha prolongado ya demasiado tiempo. Poco antes de ser defenestrado con cajas destempladas por el presidente Horacio Cartes por no ser de extracción colorada, el entonces ministro del Interior, Francisco de Vargas, declaró enfáticamente que, como en Colombia, el pueblo paraguayo tenía que acostumbrarse a los secuestros prolongados de personas a manos del EPP. Nadie imaginó entonces que dicha profecía sería realidad. Es hora de que la FTC deje sus cómodos campamentos y salga a perseguir a los criminales, tanto para rescatar a los secuestrados como para devolver la tranquilidad a los habitantes.

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Mientras los grupos ilegales atacan estancias y los familiares de secuestrados se desesperan sin tener noticias de sus seres queridos privados de su libertad, los efectivos del orden vegetan en sus cuarteles y campamentos, esperando el llamado de las víctimas de los ataques, para acudir y llegar siempre tarde, porque los criminales ya se encuentran a buen recaudo. Esta es una realidad que se ha prolongado ya demasiado tiempo.

Haciendo un poco de historia, poco antes de ser defenestrado con cajas destempladas por el presidente Horacio Cartes por no ser de extracción colorada, el entonces ministro del Interior, Francisco de Vargas, en un llamativo sesgo de percepción de los secuestros de personas por el autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), declaró enfáticamente que, como en Colombia, el pueblo paraguayo tenía que acostumbrarse a los secuestros prolongados de personas a manos del EPP.

Nadie imaginó entonces que con el correr del tiempo esa trágica visión anticipada por el ministro responsable de la seguridad interior de la República en aquel tiempo se convertiría en una dolorosa y certera profecía, con los paradigmáticos largos secuestros del policía Edelio Morínigo y el ganadero Félix Urbieta, a los que se suma el más reciente del exvicepresidente de la República Óscar Denis; uno de los de más alto impacto político, cuyos desesperados familiares se han visto obligados a recurrir a instancias internacionales ante la manifiesta inacción del Gobierno para rescatarlo del poder de sus captores.

De hecho, tras la parafernalia mediática del presidente Mario Abdo Benítez, posando con asesores colombianos en el predio de la estancia donde se produjo el secuestro del prominente político liberal, aquel se llamó a silencio hasta hoy en cuanto al anuncio de avances de las operaciones militares y policiales destinadas a dar con el paradero del secuestrado. Ante el fundado temor de que el señor Denis sufra la misma suerte que los otros dos rehenes –de quienes no se sabe absolutamente nada–, sus familiares, acompañados de baqueanos, se han adentrado en los montes de la zona en procura de su lugar de cautiverio, con el resultado de hallar rastros de un campamento abandonado por parte de los secuestradores. El mismo estaba a solo dos kilómetros del lugar del secuestro, lo que permite suponer que los delincuentes no tenían ningún temor de que pudieran caer en manos de los efectivos de la FTC –actualmente brazo operativo del Comando de Operaciones de Defensa Interna (CODI)–.

Mientras tanto, el CODI guarda enigmático silencio en lo relativo a su misión de rastrillar los montes en procura de dar con el sitio en que lo mantienen al ex vicepresidente de la República y demás secuestrados. En realidad, y atendiendo al tiempo transcurrido, se puede pensar que el CODI no ha conformado ningún comando operacional con la expresa misión de internarse en los montes en procura del vivac donde los forajidos retienen a los cautivos.

Al parecer, mientras las familias de los afectados desesperan, con la sicosis de la pandemia del covid, y alegando falta de medios de movilidad aérea, el CODI más bien ha optado por retornar a su habitual despliegue territorial estático, atento a acudir en demanda de auxilio de las estancias atacadas por células del EPP y sus satélites, que perpetran actos de terrorismo selectivo. En tal sentido, en menos de un mes, la Agrupación Campesina Armada (ACA), un desprendimiento del EPP, ha realizado tres incursiones destructivas en menos de un mes, el último el pasado jueves, en el retiro de un establecimiento de la localidad de Paso Barreto, donde sus integrantes mataron animales vacunos y causaron daños a las instalaciones. Obviamente, como siempre sucede en tales casos, elementos de la FTC acudieron al sitio, llegando tardíamente, cuando el perjuicio estaba hecho y los malvivientes a salvo tras huir del lugar con la “misión cumplida”.

Está fehacientemente comprobado que la estrategia de lucha contra el EPP implementada por el Gobierno de Horacio Cartes y mantenida sin variación por el de Mario Abdo Benítez, resulta ineficaz para acabar con las andanzas delictivas del EPP. Esto hace que el vaticinio del exministro Francisco de Vargas, en el sentido de que el pueblo paraguayo debe acostumbrarse nomás a los secuestros prolongados, se torne hoy, lamentablemente, una realidad que se viene cumpliendo.

La mejor prueba de este aserto la dio recientemente un legislador de la ANR, quien tratando de defender la inoperancia de la FTC en su lucha contra el EPP dijo que, “al menos”, gracias a ella se ha evitado que la gavilla criminal se expandiera. Pero la misión de esta fuerza no es vegetar en un lugar esperando que los ilegales actúen, sino tratar de anular a sus integrantes y evitar que mantengan permanentemente en zozobra a la población norteña, como ocurre actualmente.

Cuesta aceptar que un reducido grupo de ilegales sigan haciendo de las suyas frente al despliegue de una fuerza que se supone está suficientemente preparada y pertrechada para repelerlo. Además, su costoso mantenimiento está sostenido con los impuestos que pagan –entre otros– las víctimas de esos criminales que impiden un mayor desarrollo de una rica zona del territorio nacional. Es hora de que la FTC deje sus cómodos campamentos y salgan a perseguir a los criminales, tanto para rescatar a los secuestrados como para devolver la tranquilidad a los habitantes.

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