Para las dos plantas, que se convierten en elefantes blancos y que se están pudriendo, el Estado invirtió unos G. 15.700 millones. Una de ellas se encuentra en Tte. Irala Fernández (Presidente Hayes), que tiene una costosa máquina móvil bajo techo pero sin uso alguno. Esta unidad nunca pasó de su fase experimental.
Aprovechando el enorme tinglado que tiene, de 2.400 m2, se utiliza esa instalación de vez en cuando en otras actividades, como fue el traspaso de mando comunal, en diciembre pasado.
La otra planta, que se encuentra en Villa Choferes, distrito de Mariscal Estigarribia (Boquerón), fue inaugurada con mucho ruido político en octubre de 2010 en presencia del entonces presidente Fernando Lugo. La construcción quedó incompleta y el establecimiento generó solo 60.000 litros de agua dulce por día, en vez de los anunciados 200.000 litros. Pero desde mayo del año 2014 está completamente parada por falta de mantenimiento y mejoras.
El intendente de Tte. Irala Fernández, Cecilio López, así como el de Mariscal Estigarribia, Elmer Vogt, más el gobernador de Boquerón, Edwin Pauls, señalaron que no saben de algún plan de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) para dichas desaladoras de agua.
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López indicó que para aprovechar el enorme techo que tiene la planta en Tte. Irala Fernández se podría instalar ahí un centro educativo.
El ministro de la SEN, Joaquín Roa, expresó que el lunes el presidente Horacio Cartes le manifestó que quiere que ambas plantas funcionen, y que pedirán asistencia a técnicos de Israel, que en breve vendrán al país. Conjuntamente con profesionales del sector privado se identificarán “las acciones para poner en marcha estas plantas lo antes posible”, dijo, para darles el mejor uso que sea necesario.
Primero harán pruebas a la desaladora de Villa Choferes, mientras se analiza qué uso definitivo se dará a la planta de Tte. Irala Fernández. Una opción sería la investigación y potabilización de agua para comunidades.
