SANTIAGO DE CHILE (AFP, EFE). “Mañana (por hoy) me reuniré con presidentes de partidos, tanto de gobierno como de oposición, para explorar y avanzar hacia un acuerdo social que nos permita a todos unidos acercarnos con rapidez, eficacia y también con responsabilidad hacia mejores soluciones a los problemas que aquejan a los chilenos”, afirmó el mandatario para hacer frente a las demandas expresadas en las intensas manifestaciones que suman cuatro días y dejan ya 11 muertos en todo Chile.
La intensidad de las protestas fue subiendo de tono, obligando a las autoridades a decretar por tercer día consecutivo un toque de queda en Santiago y otras ciudades.
¿Desigualdad?
El admirado modelo chileno escondía profundas grietas. Detrás de la estabilidad política y sus envidiadas cifras macroeconómicas, amplios sectores quedaron excluidos, incubando por años un descontento social que estalló con fuerza pero que muchos lo venían venir.
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La rabia copó las calles desde el pasado jueves. Ni la salida de militares, decretada el sábado por el presidente Piñera en medio del caos, sirvió para ahogar el grito de miles de personas cansadas de las iniquidades.
“Desde afuera solo se veían los logros de Chile, pero dentro hay altos niveles de fragmentación, segregación y una juventud, que si bien no vivió la dictadura, que se restó de votar hace muchos años, pero que se hartó y salió a las calles a mostrar su rabia y decepción”, explicó Lucía Dammert, analista de la Universidad de Santiago de Chile.
Con una inflación de 2% anual, una pobreza por ingreso de 8,6% y un crecimiento esperado para este año de 2,5%, uno de los más altos en una región en crisis, el llamado modelo chileno era la envidia de muchos en América Latina, aunque sus indicadores sociales –como salud, educación y pensiones– escondían demasiadas iniquidades.
“Muchas demandas estaban latentes y no habían sido respondidas”, señaló de su lado Octavio Avendaño, sociólogo y analista político de la Universidad de Chile.
Para este especialista no es casual que la génesis del estallido social haya sido el aumento de 3% en las tarifas del metro, un incremento que el presidente Piñera congeló el sábado cuando las manifestaciones estaban fuera de control y habían sumado reclamos históricos de la clase trabajadora:
Desigualdad crónica, en un país que ostenta el ingreso per cápita más alto de América Latina (más de US$ 20.000), un criticado sistema de pensiones que jubila a la mayoría con rentas inferiores al salario mínimo –de unos US$ 400–, elevados costos en salud y educación y la constante presión del sector inmobiliario que hace a muchos imposible acceder a una vivienda, formaron un cóctel difícil de contener, según los analistas.
El endeudamiento es uno de los grandes males que afecta a los hogares chilenos. Uno de cada tres mayores de 18 años tiene un saldo financiero que no puede enfrentar con sus recursos, según un estudio de la Universidad San Sebastián.
Ese endeudamiento toca en especial a los que en los últimos años salieron de la pobreza, pero que sufren el agobio de pertenecer a una clase media para la cual no hay muchos beneficios sociales. Son los hijos y nietos de esas familias los que encendieron las llamas de esta revuelta sin precedentes.
