SANTIAGO DE CHILE (AFP, EFE). La protesta estudiantil iniciada hace una semana contra el aumento del metro derivó en una crisis social en Chile, con los manifestantes en las calles exigiendo un pedazo más grande de la prosperidad que hizo de este país uno de los más estables de América Latina.
Además, este estallido sin precedentes en Chile, el más grave en casi 30 años desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), representa un claro desafío para su reconocido modelo económico de mercado abierto.
Ayer, la inmensa Plaza Italia, punto neurálgico de la mayor ola de protestas de la historia democrática de Chile, lucía abarrotada mientras miles de personas se quedaban en las avenidas aledañas sin poder ingresar.
Una hora después de la hora fijada para la convocatoria, la concentración reunía ya a más de un millón de personas, según las cifras de la Intendencia Metropolitana, e iba en aumento conforme pasaban los minutos.
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La muchedumbre rebosó el epicentro del descontento social para reclamar la salida del presidente Sebastián Piñera por la represión y presuntas violaciones de los derechos humanos cometidas por las fuerzas del orden contra los manifestantes en días anteriores.
También por considerar insuficientes el paquete de medidas propuesto por el mandatario para contentar los reclamos de mejores pensiones y salarios, y de precios más justos para la luz, el gas, la educación universitaria y los servicios de salud.
Entre la multitud comenzó a desplegarse una gigantesca bandera con el lema “Chile despertó”, la consigna que ha proliferado por las redes sociales, acompañado de la frase “No estamos en guerra”, en referencia a la declaración de guerra que hizo Piñera contra los causantes de incendios en supermercados y estaciones del Metro.
Otra gran pancarta solicitaba “asamblea constituyente” para redactar una nueva Constitución que reemplaza la Carta Magna de la dictadura que rige en Chile desde 1980 y a la que los manifestantes culpan del modelo económico neoliberal que ha agudizado la desigualdad entre las distintas clases sociales.
Jaqueado por una indignación popular que parece lejos de aplacarse, Piñera pidió “perdón” el pasado martes en la noche y reconoció su “falta de visión” para anticipar el estallido, cambiando el tono dos días después de afirmar que el país estaba “en guerra”.
Piñera además anunció un paquete de medidas, entre ellas mejorar las pensiones de los más pobres, suspender de la suba de las cuentas de los servicios básico, complementar el salario mínimo, establecer un seguro para la compra de medicamentos y aumentar los impuestos a sectores de mayores ingresos. También, reducir la dieta de los parlamentarios y altos funcionarios, entre otros. Pero las medidas no dejaban satisfecho a algunos.
