Una prisión en Marion, Ohio, es la más infectada del país, con más del 80% de sus casi 2.500 reclusos y 175 empleados contagiados.
Las muertes por covid-19 aumentan en las cárceles del país, y los funcionarios tienen pocas opciones: no pueden garantizar el distanciamiento adecuado en las abarrotadas celdas y enfrentan escasez de personal médico y de equipos de protección.
Se cree que el brote de la prisión de Marion es solo la punta del iceberg.
Debido a la mezcla de organismos que administran las cárceles (las autoridades federales, estatales y locales tienen las propias, y muchas están a cargo de empresas privadas con fines de lucro), las pruebas y la información otorgada ha sido caótica.
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Covid Prison Data, un grupo de expertos en justicia penal y datos, afirmó que, según información pública, 13.436 reclusos y 5.312 trabajadores de prisiones del país dieron positivo.
Pero muchos estados, así como el sistema penitenciario federal, realizaron pocas pruebas. Cinco de 50 estados ni siquiera ofrecen datos.
Las razones por las que las cárceles son más propensas a sufrir el coronavirus están claras: las poblaciones carcelarias son más densas y más difíciles de separar que los hogares de ancianos o los cruceros, dos sectores muy golpeados por la pandemia.
También la higiene es más precaria, y una gran cantidad de reclusos tienen patologías previas. Además, para las autoridades, la prisiones no son una prioridad máxima.
