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Las autoridades de Alemania, su país de nacimiento, han aclarado que “toca a la familia decidir lo que quiere hacer con los restos de un alemán fallecido en el extranjero”.
Por su parte, la familia no ha presentado solicitud alguna.
A su vez, la Cancillería italiana precisó que el pedido oficial para que el cuerpo sea enviado a Alemania debe ser presentado por la familia o su representante, lo que hasta el momento nadie ha hecho.
Por lo tanto, sigue siendo una incógnita dónde recibirá sepultura o si será incinerado Priebke, a quien la ultraderecha italiana intenta convertir en un emblema, ya que jamás pidió disculpas ni manifestó arrepentimiento alguno.
El alcalde de Roma, Ignazio Marino, quien asistió junto con las más altas autoridades de Italia a la ceremonia ayer en la sinagoga de la capital, explicó de nuevo su rechazo a autorizar el funeral.
“No podíamos aceptar que el funeral del verdugo nazi se celebrara en Roma”, declaró Marino a la salida del templo tras recordar que las víctimas de la masacre eran romanas.
Priebke, quien falleció el viernes a los 100 años en su residencia de Roma, cumplía desde 1998 una condena a cadena perpetua por la masacre en 1944 de las Fosas Ardeatinas.
Priebke estaba a cargo de las tropas de las SS, cuando asesinaron a 335 civiles, en venganza por la muerte de 33 soldados alemanes por parte de un grupo de la resistencia italiana.