“Yo asistí a la familia de un amigo que había fallecido; este amigo había tenido un caballo que era muy querido por sus hijas. Este amigo formó otra pareja y la disputa se generó porque el caballo estaba en el inmueble contiguo con la nueva pareja. El caballo estaba registrado y fue objeto de adjudicación en la sucesión, pero la nueva pareja no quería devolver el caballo por una cuestión ya de pasión y enfrentamiento con la anterior familia”, explicó, tras aclarar que se trataba de un animal de avanzada edad, que no tenía valor comercial, sino exclusivamente sentimental.
Asesorada por otro profesional del Derecho, las hijas promovieron una acción penal que fue desestimada en primera y segunda instancias, razón por la cual recurrieron al Dr. Paciello.
“Vinieron a mí desesperados y más que por el valor o la complejidad jurídica de la cuestión, me vi forzado a promover una acción de inconstitucionalidad por la arbitrariedad de las resoluciones de primera y segunda instancia. Se hizo lugar a la acción de inconstitucionalidad y volvió a su curso normal la causa”, señaló.
Paciello destacó que si bien había otros bienes en juego, estos fueron distribuidos de común acuerdo y la única cuestión conflictiva era la de la tenencia del caballo. Recordó que su contraparte era Cristóbal Cáceres Frutos y en los pasillos tribunalicios comentaban lo insólito de llegar hasta la Corte Suprema por una disputa por un caballo viejo.
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“Yo tomé el caso ya cuando había sobrevenido la resolución de la Cámara de Apelaciones en el interior y tardó más o menos 8 meses en la Corte otra vez. No sé si el caballo seguía vivo cuando salió la sentencia, pero fue muy pintoresco. Exclusivamente el caballo era la cuestión. Me decían: “Nosotros nos paseábamos en él; es nuestro”, recordó Paciello.