La historiadora Ana Barreto relata parte de la historia en conmemoración del Día de la Mujer Paraguaya, que se recuerda este lunes 24 de febrero. Analizar un poco la construcción de la idea de la mujer paraguaya heroica y obediente.
Cuando el régimen del Gral. Stroessner cayó en 1989, una puerta esperanzadora se abrió con respecto a los estudios históricos. Dos nuevos libros importantísimos significaron nuevas miradas sobre el pasado de las mujeres, tanto del siglo XIX como del XX y muy especialmente, las mujeres durante la guerra. “Alquimistas” de las paraguayas Line Bareiro, Clyde Soto y la historiadora Mary Monte y “¿Paraíso de Mahoma o país de las mujeres?” de la historiadora alemana Bárbara Pottash ofrecieron otra perspectiva.
Sin permear círculos intelectuales
Ambos libros marcaron a las generaciones de cientistas sociales que se formaron durante el periodo democrático pos-dictadura. Sin embargo, pese a que en ellos no solo “hablan” las mujeres como datos únicos (nombres, apellidos, tarea económica, vínculos o posición social), sino que también son perfectamente comprensibles las relaciones estructurales que operan en todos los ámbitos entre hombres y mujeres, estas “otras mujeres” parecen por alguna razón, no poder permear más allá de ciertos círculos intelectuales a la ciudadanía en general.
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Moviendo las aguas
Treinta años en democracia, con la libertad de pensar, de releer y reescribir el pasado, aún el Estado –y muchos historiadores– siguen moviendo las aguas del recuerdo sobre casi los mismos personajes. En el caso de las mujeres, Ramona Martínez, las mujeres que acompañaron al ejército hasta Cerro Corá, las mujeres que pelearon batallas como la de Piribebuy o las tradicionales Elisa Alicia Lynch o Pancha Garmendia, figuras unidas muy fuertemente a Francisco Solano López. Las esclavas, niñas y adultas que sobrevivieron y que obtuvieron su libertad inmediatamente al finalizar la guerra no son motivo de inclusión en materiales de lectura. Tampoco suele llegar hasta las escuelas la discusión sobre la fecha del día de la mujer paraguaya –el 24 de febrero– si lo más importante fue la donación de joyas o el hecho de que las mujeres se manifiesten públicamente sobre un tema político y que hayan sido en cierta manera, coorganizadoras de mítines, espacios absolutamente masculinos.
Las “otras mujeres”
Es muy difícil que una niña o mujer pueda verse haciendo lo mismo que la Juana de Arco de Itá Ybaté, blandiendo y cortando cabezas enemigas, pero quizás sí, en las mujeres que no siguieron al ejército nunca, sin embargo, desde sus pueblos organizaron y administraron el alimento que salía de las chacras y que debía servir de consumo tanto de ellas mismas como de los ausentes hombres que estaban en el frente.
A lo mejor sea difícil hoy imaginarse –además por una falta de interés hacia la historia– defender una ciudad convertida en punto militar con cascotes y pedazos de vidrio, pero quizás si una paraguaya de hoy pudiera entender que el país que sus tatarabuelas reconstruyeron, ese “país de mujeres” superiormente femenino en las primeras décadas de posguerra, no era, sin embargo, como dice la historiadora Pottash “un país para las mujeres” el pasado sí sea ese lugar al que vale la pena ir por respuestas.
Combates por la memoria
El heroísmo femenino, perfilado por la historiadora Beatriz Rodríguez Alcalá giraba en torno a la tarea de reconstrucción de un país, esta obviamente no era extraña. La mujer paraguaya se convertía en un sujeto económico y social protagonista de la inmediata posguerra, como transmisora de herencias culturales en la manufactura del ñandutí, el ao po’i o culinarias, al reivindicar a las chiperas y dulceras. Era columna vertebral de la regeneración de familias y era además la responsable de una tierra vinculada a los alimentos.
Pero la historiadora, miembro de la Academia Paraguaya de la Historia, incluyó una categoría más: la reconstructora “heroína del 70” que no necesariamente estuvo presente, ni siguió al ejército del López hasta Cerro Corá. Pudo haber sido una mujer que se encontraba ausente y que, con posteridad a la finalización llegó al país a sumar esfuerzos.
Este “ideal femenino” que puede parecernos además de conocido, discutido o compartido; en plena dictadura, despertó inmediatamente recelos y motivó un enfrentamiento, quizás el segundo más importante del siglo XX con respecto al pasado y las mujeres en el Paraguay. Pero definitivamente el primero, en el que las propias mujeres discutían sus modelos históricos. Los mecanismos de apropiación y readaptación narrativa del pasado por parte del régimen dictatorial Gral. Stroessner; el mismo, como imaginario identitario nacional ya gozaba no solo de una buena y larga relación con los anteriores gobiernos de turno, sino en general, con la ciudadanía desde el final de la Guerra del Chaco en 1935. Absolutamente varonil, este pasado estaba marcado por un perfil heroico vinculado al soldado: leal, arrojado, obediente, valeroso y sacrificado. Con respecto a las mujeres, las representaciones eran en general las sombras de este heroísmo varonil: también obediente, sumiso, abnegado y leal hasta la muerte. En realidad, así como la sociedad no negaba el valor del soldado paraguayo, tampoco lo hacía sobre el papel que desempeñaron las paraguayas, siguiendo en vida al ejército y al final de la guerra –también en silencio abnegado– levantando el país de la ruina económica y demográfica.
