Ana Lucrecia: 18 navidades rompiendo barreras

Ana Lucrecia Taglioretti rompe barreras cada día para abrirse paso en la vida. Así logró cambiar los vaticinios más pesimistas de los médicos que la atendieron al nacer. Las cuatro estaciones de Vivaldi, el Claro de Luna de Beethoven, un tango o hasta un rock suenan en todo su esplendor gracias a las habilidosas manos de la joven invidente. Ella cumple hoy 18 años.

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Ana Lucrecia Taglioretti cuenta que pasará su cumpleaños reunida con su actual familia, a la que quiere y agradece mucho.

Recuerda con cariño y agradecimiento a su madre, Marcia Taglioretti, con quien vivió desde los 11 meses hasta el año pasado.

“Conservo de Marcia gratos recuerdos. Solíamos viajar para las fiestas a Buenos Aires, Argentina, para pasar con la familia de ella. Había mucha unidad familiar y a pesar de la distancia, recibía mucho cariño de ellos”, relata.

“La Navidad es una fecha muy importante para mí. Yo nací un 25 de Diciembre de 1995. Hoy cumplo mi mayoría de edad. Festejo mi cumpleaños con el nacimiento del Niño Jesús en mi corazón. Estoy muy feliz con mi nueva familia integrada por Marina Ricart y Germán González. Tengo tres hermanos maravillosos: Marcela (abogada), José Manuel (analista de sistemas) y Javier”, manifestó Ana.

Agregó que ama la música. “Es mi vida. Me emocioné mucho tocando el violín con Carlos Vives, el 13 de octubre de este año en Rakiura. Para mí fue lo máximo, muy grato, porque mi mamá Marcia, desde muy chica me enseñó a querer sus canciones que ella usaba en sus clases de biodanza. Mamá Marcia admiraba mucho del artista su humildad y su amor incondicional a su familia y su patria y yo también”, dijo la destacada violinista.

Recordó que su mama biológica se llama Rosaura. Desde los cinco meses hasta los 11 meses fueron sus padres: Ruti Paredes y Marcelo Galeano y luego le acogió Marcia Taglioretti, que tiene un hijo sacerdote en la Argentina. Ahora está con Marina.

“Con Marcia estuve desde los 11 meses hasta el año pasado. Tuvimos muchos problemas personales con ella. Y la familia actual me acogió con amor y por eso les quiero y les debo mucho”, apuntó.

Ana Lucrecia desea que en esta Navidad haya mucha paz, amor y esperanza en todas las familias y en todo el mundo. Que no haya violencia, sino mucho amor entre padres e hijos. No le guardo ningún rencor a Marcia. Al contrario, tanto yo como ella logramos conservar lindos recuerdos de cuando vivíamos juntas. Me ayudó a superarme en la vida y en su ansia de que rompa las barreras que se me presentan en la vida, se le pasó un poco la mano al castigarme”, manifestó Ana Lucrecia, quien dijo que seguirá estudiando en el Conservatorio de Música y su deseo es ir a otro país a especializarse en música.

Actualmente estudia informática, guitarra clásica y es integrante del coro académico del Conservatorio Nacional de Música e integra dos grupos musicales. Le encanta actuar con artistas destacados porque la ayudan a mejorar sus técnicas musicales y a crecer como artista.

Raconto de su niñez

Ana Lucrecia nació el 25 de diciembre de 1995, en plena Navidad, a los seis meses de gestación, con solo 900 gramos. Pasó los primeros tres meses en la incubadora de la Maternidad de la Cruz Roja, bajo el cuidado de enfermeras y médicos y al alcanzar los dos kilos y medio, ya no pudo vivir en el hospital.

Necesitaba de una familia que la acogiera y le brindara mayor y mejor protección, por lo que los responsables de la Cruz Roja realizaron la denuncia de que fue abandonada por su madre y empezaron a buscar un matrimonio para entregarla en adopción. Así estuvo primero con una familia que la adoptó temporalmente, pero cuando la nueva mamá se dio cuenta de que era invidente, decidió entregarla a otra familia.

Su madre

“La ceguera ajena, no la de ella, es la que muchas veces impide que Lucrecia reciba un trato igualitario común a todas las personas”. Esto decía Marcia Taglioretti (docente, educadora, arquitecta) al referirse a Ana Lucrecia, de quien afirmaba, en una nota publicada en la Navidad de 2007, que rompía barreras todos los días para abrirse paso en la vida.

“No permito que la compadezcan ni que ella se sienta disminuida”, resaltaba y añadía que no encontraba espacio para que Ana se desarrolle integralmente, por eso le enseñaba en su casa y luego era examinada por el Ministerio de Educación. Quería que recibiera una educación personalizada acorde a su capacidad y progreso.

Según Lucrecia, solfeaban las obras musicales de un variado repertorio, juntas con Marcia. Luego ensayaba en el violín, pentagrama por pentagrama hasta terminar la partitura de cada una de las músicas.

Vida artística

Ana Lucrecia Taglioretti es un ejemplo de vida y de que a pesar de las barreras visuales se puede sobresalir en la vida.

Empezó a tocar el violín en el coro del Sanatorio Internacional de Luque. Luego en el 2003 formó parte de “Sonidos de la Tierra”, proyecto llevado a cabo por Luis Szarán que incentiva los valores infantiles y juveniles.

En el 2005 tomó clases de violín en el Conservatorio Nacional de Música, formó parte del Conservatorio Miranda y tocó como invitada en varias ocasiones con la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción como solista de violín.

Lucrecia afirma que antes de empezar a hablar ya cantaba, y bailaba antes de caminar. Le gusta todo lo que sea arte porque es un medio para exteriorizar los sentimientos.

Repertorio

Aña Lucrecia afirma que cuando ejecuta el violín la música le transporta a lugares donde hay campos verdes, días soleados y agua fresca.

De su rico repertorio, las obras musicales que más le gustaba interpretar cuando era niña son las de Johann Strauss y Georges Bizet; Las cuatro estaciones de Vivaldi; Carmen, de Georges Bizet; las Tres Danzas, de Amadeo Mozart y Claro de Luna, de Beethoven. Sin embargo, actualmente prefiere el rock y el tango.

Afirmó que siente una energía increíble, con los aplausos y halagos, incluso por la atención que le puedan prestar. Pero lo más lindo es el silencio, que es cuando ella se da cuenta de que captó realmente toda la atención del público.

Lamentó que haya pocas oportunidades para los artistas.

“Me gusta la música paraguaya. El sonido del violín es posible adaptarlo a cualquier género. Ya toqué con el rockero Rolando Chaparro”, concluyó.

eolmedo@abc.com.py

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