La historia recuerda grandes acontecimientos que vivió nuestro país bajo esta advocación mariana. Por ejemplo, el 15 de agosto de 1537 se inició la devoción con la fundación de la casa fuerte con el nombre de Nuestra Señora de la Asunción. En el fortín fue entronizada.
En 1541, en cambio, Domingo Martínez de Irala declaró la casa fuerte “Ciudad de Asunción y capital de la Provincia del Río de la Plata, convirtiéndose en Ciudad Madre”, por haber sido centro de conquistas.
En 1547, el papa Pablo III erigió el obispado de la Santísima Asunción del Paraguay, primero del Río de la Plata. Desde entonces, de hecho, la Santísima Virgen de la Asunción fue considerada patrona del obispado que ajustaba sus límites a los de la extensa Provincia del Plata.
En 1742 llegó al Paraguay la nueva imagen venerada en el Oratorio y Panteón de los Héroes. Las actas capitulares de 1769, 1770 y 1789 se ocupan de los festejos del 15 de agosto como fiesta de primera categoría.
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El 15 de agosto de 1812 se enarboló por primera vez el pabellón nacional, el que, con ligeras variantes, sigue siendo el símbolo de la nación paraguaya. En 1816, el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, ordenando los festejos de la “Asunción de Nuestra Señora la Santa Patrona Titular de esta Provincia”, lanzó un decreto para “concurrir a la Santa Iglesia Catedral a rogar por el aumento de la religión y felicidad de la República”.
Estos acontecimientos demuestran que el pueblo ha venido celebrando el 15 de agosto con demostraciones cada vez más alusivas a la Santísima Virgen de la Asunción y a la Patria.
Esta fiesta cristiana se recordará en la fecha con una procesión náutica por la bahía que comenzará a las 14:00, seguido de la misa que se oficiará a las 15:30, en la explanada de la Catedral Metropolitana.
En el Seminario Metropolitano, en cambio, habrá fiesta campestre con una jineteada y asado para los asistentes.
Dogma de la Madre de Dios
El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Esta creencia fue proclamada por el papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentissimus Deus que decía:
“Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”. Para la Iglesia es uno de los acontecimientos marianos más importantes.
