Desde hace algunos días, Don Bosco se encuentra clausurada en el tramo que pasa frente al ente. A ambos lados de sus veredas, los indígenas han levantado precarias carpas, bajo las cuales viven en total desprotección, y expuestos últimamente a las bajas temperaturas.
Estos aborígenes llegaron a la capital para exigir víveres. Varios de ellos están liderados por los Domínguez, Joaquín, Eduardo y Arnaldo. El argumento de estos dirigentes es que el Gobierno declaró estado de emergencia por la sequía en enero y hay víveres que deben recibir. Y con esta excusa exponen a las bajas temperaturas a niños y ancianos. Estos primeros viven totalmente desprotegidos.
Los pequeños corretean en la calle sin calzados y desabrigados. Por la noche duermen en la intemperie.
Varios de ellos incluso ya tienen problemas respiratorios. La Municipalidad de la Capital debería instalar contenedores y retirar con más frecuencia los desechos para higienizar el lugar.
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El Gobierno, en cambio, debería de ser menos populista, para evitar que estos nativos lleguen a la capital engañados por los estados de emergencias que a menudo decreta.
