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Los comerciantes, especialmente portugueses, llegaban en busca de té, seda y otros artículos exóticos, y trataban con los oficiales chinos del gobierno imperial. Sus subordinados tenían prohibido este contacto.
De este modo, el idioma utilizado por los funcionarios o emisarios para el comercio era conocido como “mandarín” en todo el Hemisferio Occidental. Hasta hoy el vocablo se usa como sinónimo de chino.