Vida consagrada: vocación al amor

Animador: Nos reunimos para prepararnos para la Navidad, nuestra fiesta cristiana. Este año dialogaremos sobre la vida consagrada, es decir, sobre la vocación que sienten varones y mujeres para entregar totalmente sus vidas al servicio del Reino de Dios.

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Todos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Señor, danos muchas y santas vocaciones consagradas al servicio de tu pueblo.

Animador: En esta Navidad, Dios hecho Niño se acerca a nosotros, nos muestra su buena voluntad, nos da su gracia, nos invita a la reconciliación, a abrirnos a los demás, de manera especial a los miembros de nuestra familia.

Todos: Señor, danos muchas y santas vocaciones consagradas al servicio de tu pueblo.

Animador: Virgen María, tú que escuchabas y ponías en práctica las enseñanzas de Jesús, haz que nuestra familia y nuestro país, en esta Navidad, renueve su compromiso de vivir en la unidad y en el amor.

Todos: Señor, danos muchas y santas vocaciones consagradas al servicio de tu pueblo.

Animador: Padre Santo, que revelaste tu voluntad de que todos los hombres se salven, suscita en nuestra Iglesia jóvenes que quieran entregar totalmente sus vidas al servicio de tu Reino.

Todos: Señor, danos muchas y santas vocaciones consagradas al servicio de tu pueblo.

Animador: Recemos juntos el Padre Nuestro y el Ave María.

Canto.

Mensaje bíblico:

San Lucas 18,29-34

Hablar de vida consagrada es hablar de amor. El amor de Dios que elige y el amor de la persona que abraza esa llamada.

La vida consagrada es una comunión de corazones, un encuentro y diálogo de amor permanente, entre el Corazón de Dios y el corazón humano.

Un amor que no se compara a otros amores, que es eminentemente pleno y trae inmenso gozo al corazón. Una forma inmensamente nueva de amar a Dios y a los hombres. Tan fuera de nuestra imaginación que cumple la palabra de Isaías 55,9: “Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros”.

“Venid a la fuente los que están sedientos y tomad agua” (Is 55,1). Todos tenemos una sed de Dios, del amor y de amar que es insaciable. Solo puede ser saciada en Dios mismo: “Solo en Dios descansa mi alma (Sal 61:1). “Fuimos creados para ti y solo en ti descansará mi alma” (S. Agustín).

Todas las vocaciones responden a esa necesidad existencial de nuestras almas para ser saciados. La diferencia en las vocaciones es el cómo y cuán rápido podemos llegar a experimentar esa comunión que sacia lo más profundo del ser. La vida consagrada a Dios está plenamente ligada con tomar de la fuente divina, que es el Corazón de Jesús. Es la vocación que nos llama a esa plena comunión de reciprocidad en el amor, que nos permite experimentar la promesa del Evangelio: “Yo les aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente y, en el mundo venidero, vida eterna” (Lc 18,29).

Las necesarias renuncias abren paso a Dios en nuestros corazones. Si la casa está muy habitada no damos espacio a Jesús que quiere nacer y morar en ella. Las renuncias son la apertura total al amor de Dios, es ese vacío de cosas terrenas, aunque buenas, que Él quiere llenar con su presencia y amor. Es un amor que llena a la plenitud. La vida consagrada es una vocación a la plenitud, no al vacío. “Los barrancos serán rellenados” y “las colinas serán rebajadas”. Las necesarias renuncias preparan el camino del Señor (Lc 3).

La vida consagrada es una vocación no una carrera: significa una llamada divina, iniciativa de Dios, a una forma de vida. Una invitación de Dios a que la persona se entregue totalmente según el plan de su corazón. No es una profesión o carrera, en donde nos entregamos a un trabajo. Nos entregamos por completo a una persona que es el amor.

Fuimos creados para estar en comunión con la Trinidad. Desde el seno materno tenemos todos la vocación fundamental al amor de Dios y con Dios: (Jer 31,3) “Desde el seno materno te he amado”. Amarle con todo el corazón, mente y fuerza (Det 6,4). Ahora bien, esta llamada universal al amor se hace concreta en un momento de la vida como una invitación directa a ofrecerse en amor a otro: vida consagrada, sacerdocio, matrimonio. En la vida consagrada, nuestras potencias humanas, afectivas, etc. No son extinguidas, sino que canalizadas a un más alto y sublime propósito.

Nos ensancha el corazón para un amor universal: es el Espíritu Santo quien derrama este amor en nuestros corazones (Rom 5,5) Es amar a los demás como los ama Dios: sin egoísmos, ni intereses, ni conveniencias personales. “Pues testigo me es Dios de cuanto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús” (Fil 1,8)

El corazón consagrado a Dios es un corazón amplio y ancho, demasiado grande para no amar a muchos. Puede contemplar más la belleza en otros, pues contempla por mucho tiempo a Dios, y lo descubre en el corazón del otro.

Preguntas para el diálogo:

1. ¿Por qué la vocación a la vida consagrada es vocación al amor?

2. ¿Qué sentido tienen las renuncias en la vida consagrada?

Oración de los fieles:

Fieles al mandato del Señor, pidamos al dueño de la mies que escuche nuestras oraciones por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa en la Iglesia.

Para que Cristo, que reunió a sus discípulos a su alrededor con el fin de asociarlos a su predicación evangélica, suscite también en nuestros días servidores de su Evangelio. Roguemos al Señor.

Para que el Señor ilumine la mente de los jóvenes cristianos y les infunda fuerza, a fin de que sean muchos los que se dediquen al ministerio y consagren su propia vida a hacerlo presente en medio de los fieles. Roguemos al Señor.

Para que el Señor, que escogió un estilo de vida virginal y pobre, suscite en los jóvenes de nuestras comunidades el deseo de consagrarse exclusivamente a su amor y al servicio de su Iglesia. Roguemos al Señor.

Para que quienes han escuchado la llamada del Señor a la consagración religiosa o al ministerio sacerdotal no se desanimen ante las tentaciones que puedan surgir a causa de la propia debilidad o de las circunstancias que los rodean. Roguemos al Señor.

Compromiso:

Que cada uno de los presentes inviten a todas las personas, especialmente a los niños y jóvenes, a que participen de la clausura de Navidad en Familia 2014.

Orar en familia o con los vecinos, durante todo el año 2015, por la vida consagrada pidiendo la intercesión de la Virgen María y de San José.

Oración final

Animador: Al culminar este encuentro llevemos en nuestro corazón la palabra que escuchamos y compartimos, esto nos ayudará a mirar la Navidad con ojos de fe y esperanza.

Todos: Señor, que esta Navidad renueve la fe y el amor en todos los consagrados al servicio de tu Reino.

Animador: Hemos reflexionado sobre la vida consagrada reconociendo la belleza de responder generosamente al llamado de Dios

Todos: Señor, gracias por la vida y el testimonio de todos los consagrados que, con fidelidad y perseverancia, colaboran en la construcción de tu Reino.

Animador: Que cada familia en el Paraguay sea un lugar donde se aprenda a conocer y a amar la vocación a la vida religiosa y sacerdotal como un medio de servir a Dios y a su pueblo.

Todos: Señor, ayúdanos a reconocer tu presencia en la vida de los consagrados a tu servicio.

Animador: Recemos todos juntos pidiendo al Señor que mire con gran compasión y misericordia sobre la vida religiosa en nuestro país y que suscite personas consagradas que vivan su vocación con entrega generosa y esperanza alegre. Por estas intenciones recemos todos juntos un Padre Nuestro y Ave María.

Canto.

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