La Junta Municipal de Asunción no se dejó presionar por el “enjambre amarillo”; la justicia, la fiscalía y la policía hicieron su trabajo, defendiendo el derecho a transitar de los demás ciudadanos y deteniendo a los responsables de promover el abuso del derecho a manifestarse, con el que unos cuantos miles de taxistas amenazaban a todos los habitantes de una ciudad de más de un millón habitantes, que también son ciudadanos y también tienen derechos.
Entre tanto, en la huelga del Hospital de Clínicas, las partes implicadas hicieron lo que se debe en una sociedad razonablemente civilizada, ordenada y sensata: se sentaron en la mesa de negociación, debatieron y llegaron a un acuerdo razonable, mediante el único procedimiento conocido para solucionar cualquier conflicto: que ambas partes cedan algo y que ambas partes obtengan algo.
Queda ahora solamente esperar que se respeten, en la realidad y no solamente en los papeles, tanto la decisión de la junta municipal como el acuerdo con Clínicas; en vista de que en nuestro país resulta demasiado sencillo legislar y prometer, porque también es demasiado fácil (¡y frecuente!) incumplir sin consecuencias. De hecho, no debió ser necesario que Clínicas se declarara en huelga para llegar a la mesa de negociaciones.
En todo caso, es una más que buena, excelente noticia ver, como hemos visto esta semana, a tantas autoridades institucionales (munícipes, jueces, fiscales, policías, responsables del rectorado y de la facultad de medicina, etc.) hacer su trabajo y hacerlo bien, sin aspavientos ni melindres, sino simplemente con la sensatez en una mano y la ley en la otra.
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Además de una buena noticia es también un alivio y una luz de esperanza, en medio de la crisis de credibilidad que padecen las instituciones y que ha generado en la ciudadanía un estado de enojo y desencanto permanentes y que casi la totalidad de lo que aparece en los medios de comunicación, como noticia o como comentario, sean denuncias o plagueos.
Es una luz de esperanza porque muestra que los ciudadanos del Paraguay no estamos condenados al camanduleo, la transa, la ilegalidad, la politiquería y la ineficiencia. Las padecemos, sí. Las sufrimos. Pero no son el destino inevitable del país, sino apenas la parte indeseable de una idiosincrasia que se ha enseñoreado de la política, pero que no representa el sentir mayoritario de nuestra sociedad.
Como he afirmado en varias ocasiones, también hay quienes hacen las cosas bien. Incluso las instituciones más degradadas, para funcionar, necesitan y tienen gente eficiente y honesta, que hace bien su trabajo, porque de lo contrario el país hace rato que estaría paralizado. Que haya altos funcionarios que renuncian cuando no están de acuerdo con una “orden superior”, como el presidente y el gerente técnico de la ANDE, es una prueba de ello.
Lo que ocurrió esta semana con los casos de Clínicas y los taxistas demuestra que se pueden encarar los problemas, resolver los conflictos por la vía institucional que corresponde y que no es siempre, sola y exclusivamente a través de la prepotencia irracional como se consiguen los objetivos y se defienden los intereses sectoriales. Las grandes medidas de fuerza deberían ser un “último recurso excepcional” y no el pan nuestro de cada día.
Como dije al principio: no solo me equivoqué sino que estoy contentísimo de haber errado. Es más, tengo una larguísima lista de temas en los que espero que las instituciones comiencen a demostrarme que me equivoco grande: las malversaciones de Fonacide, la tendenciosidad del Consejo de la Magistratura, el sometimiento de la Corte Suprema de Justicia, la ineficiencia de la Fuerza de Tareas Conjunta, la tendencia mayoritaria de los legisladores a convertir el Congreso Nacional en un aguantadero, etc., etc., etc.
Por el momento y hasta nuevas señales de esperanza, me conformaré con felicitar a quienes han demostrado que los paraguayos tenemos la capacidad y podemos desarrollar la voluntad de organizar nuestra sociedad en torno al respaldo de lo razonable, al cumplimiento de la ley y el respeto al derecho de todos y no a los privilegios de unos pocos.
rolandoniella@abc.com.py