Sin embargo, los datos de la economía “macro” que se manejan desde las oficinas climatizadas frente a computadora por lo general no reflejan una realidad que a menudo se esconde bajo las lujosas alfombras de este “modelo” económico.
Un modelo que, ex profeso, esconde detrás de una realidad virtual la cotidianeidad, marcado por abismos entre los privilegiados del sistema, y quienes lo sostienen con su aporte de mano de obra barata.
El “modelo” económico que está haciendo crisis en Chile no está muy lejos de la realidad en nuestro país, donde tenemos una macroeconomía estable y en crecimiento, pero tenemos miles de trabajadores en la marginalidad, gente sin posibilidad de acceder a un trabajo, jóvenes que no acceden siguiera a terminar la educación secundaria, y donde llegar a las universidades es un privilegio al alcance de pocos.
Miles de compatriotas continúan la histórica migración hacia otros países en busca de trabajo. Son los exiliados económicos que en su país no encuentran futuro. Miles de paraguayos pasan hambre, se acuestan sin cenar, en el país de las vacas y de la soja que se exporta al mundo.
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Nuestro “modelo” económico privilegia el de un país productor de materia prima barata para satisfacer las industrias de otros países, excluyendo a grandes masas de población del sistema productivo obligando a las familias rurales a emigrar hacia los centros urbanos.
En Chile el sistema de exclusión cayó por su propio peso, y el resultado es más de un millón de personas en las calles expresando su descontento. En nuestro país parece poco probable una protesta similar. Tal vez por esa peculiar idiosincrasia que nos caracteriza, o por la falta de movilización ciudadana. Pero causales no faltan.