El verano es la época de las ropas livianas, lo que no significa usarlas al cuerpo, ni talles menos. La ropa es, tal cual la balanza, un medidor de peso. Antes de que sean elastizados, nos guiábamos por un jean, y vale hasta hoy día tener al menos un pantalón –sin lycra– que nos cuente la verdad.
Aunque no tenía que ver con el sobrepeso, una vez me quejaba: “¿Por qué solo a mí me pasa esto, Dr.?” Y él me contestó “no es solo a vos, muchas tienen, lo que pasa es que las mujeres son expertas en disimular sus defectos”. Es verdad, ¿y quién no? La gordura es una condición que tiene dos miradas hoy día: instalar el concepto de que es un referente normal del cuerpo de la mujer o verla como una enfermedad a superar con tiempo, buenos hábitos de alimentación y ejercicios.
El mercado de la moda sabe sacar provecho o adecuarse a la mujer talle grande y extragrande, por un lado, ciertamente es una necesidad –porque hay que vestirse y no precisamente con túnicas– y por el otro, un negocio con el cual ganar dinero, mera y exclusivamente.
Dentro del espectro de mujeres extragrandes hay distintos tipos de cuerpo. Una de las verdades que más nos cuesta aceptar a las mujeres –sea por estereotipos, trastornos o por complejos innatos– es “nuestro molde”, hay mujeres que son grandotas o tienen grasa localizada, y se pasan haciendo dietas para cambiar lo que traen por genética. Esto, sin orientación médica, solo puede acabar en desnutrición además de constante descontento e inseguridad.
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La ardiente estación nos obliga a vestir con ropas que descubren “nuestros secretos mejor guardados”, pero a la vez nos fuerza a trabajar en nosotras referentes normales, personales: el peso en el que nos sentimos saludables y medianamente ágiles para el día a día. Es además un enorme tema de interés público; deberíamos imitar a Japón, donde se miden las cinturas de los empleados.
Relajarse en tiempo y lugar en un traje de baño, un short o una camisilla no debe ser un sueño que nos excluya socialmente, sino una meta para liberarnos.
Ser gorda y feliz es una idea que tiene bravos defensores, aunque ningún médico ni terapeuta lo aconseja como patrón saludable. “La perfección no existe, lo que existe siempre es la posibilidad de cuidar tu salud mejorando tu alimentación” (frase motivacional).