Hay que sumar al tema de la educación el agregado insólito, que hasta sería chistoso si no fuera tan dramáticamente grave, del libro con faltas de ortografía. Por una vez (y sin que sirva de precedente) voy a estar de acuerdo con el ministro Petta: que los estudiantes corrigieran los libros sería verdaderamente muy instructivo: aprenderían al menos la clase de analfabetos irresponsables en cuyas manos está su educación.
Ya sé que no debería sorprenderme. Con diversos grados de intensidad, todos los años tenemos crisis en la educación y en la salud, sencillamente porque la crisis está instalada y profundamente arraigada en todo el sistema de salud y en todo cuanto tiene que ver con la educación, desde la primaria hasta la universidad… Pero claro, uno vuelve al país relajado y con la guardia baja.
Definitivamente, casi todo lo que depende de la acción del Estado anda mal en el Paraguay, pero la educación y la salud peor que todo lo demás, no solo porque se trata de las dos áreas más sensibles, sino porque además parecen haberse convertido en el botín más apetecible para cuantos corruptos, inútiles o planilleros consiguen un cargo en la administración pública.
Lo que esto quiere decir es que no estamos teniendo una crisis sanitaria y otra educativa en el 2020, sino que estamos instalados en unas crisis infinitas: las mismas que tuvimos en el 2019, 2018, 2017, etc. y, por el camino que vamos, las mismas que sufriremos en el 2021, 2022, 2023, etc. El problema es que las crisis sostenidas en el tiempo cada vez son más graves porque a las calamidades de cada año se van sumando las de los años anteriores.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Pongamos el caso de las escuelas que se caen a pedazos… El primer año que se construyeron mal habrá unos pocos desastres, pero a medida que a la mala construcción se van sumando, en los años sucesivos, mal mantenimiento, malas reparaciones o inclusive ninguna reparación, el desastre crece exponencialmente y el riesgo de que el derrumbe de un techo aplaste a alumnos y docentes es cada vez más inminente y más numerosas las clases que se imparten bajo los árboles, por falta de aulas o por seguridad.
En el caso de la salud, la situación es similar: no es que los hospitales colapsan porque hay una epidemia especialmente virulenta; los hospitales no pueden atender ninguna epidemia, aunque sea leve, porque están siempre y sistemáticamente colapsados. No es que faltan medicamentos porque hay más enfermos que de costumbre; medicamentos e insumos faltan siempre, cuando los enfermos son numerosos es sencillamente más notorio.
También por una vez (y sin que sirva de precedente) voy a estar de acuerdo con el ministro de Salud, Julio Mazzoleni: no tiene mucho sentido declarar una emergencia sanitaria cuando la epidemia está terminando y cuando, de todas formas, abrir la canilla de los recursos económicos solo servirá para que algunas manos se abalancen sobre la jugosa lata del dinero extra. De hecho, los “recursos ordinarios” se malgastaron alegremente, por ejemplo, construyendo un Parque de la Salud, costoso e innecesario, en lugar de más espacios de atención de pacientes.
Así pues, como ya dije, no estamos enfrentando crisis puntuales ocasionadas por algún hecho imprevisto o especialmente severo, sino que estamos instalados en una crisis permanente, interminable, infinita que este año fue mala, pero el año que viene será aún peor y en año siguiente más grave aún, porque nuestras autoridades son en su gran mayoría incapaces e ignorantes y además no les importa nada el bienestar de los ciudadanos.
rolandoniella@abc.com.py