7 millones de veces: quedate en casa

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La pandemia generada entre tantas enfermedades de siempre y las nuevas, ahora el coronavirus, nos han enviado a hacer algo de limpieza general de nuestro ser, desempolvando aquellos valores humanos que se van borrando merced al relativismo moral.

Pero el miedo a morir, cuando nos toca de cerca, cuando sabemos que nos puede tocar a nosotros o a un ser querido, ahí corremos al cuarto de lo que parecía inservible a buscar un poco de ser buenas personas, disciplinadas y obedientes ante la autoridad –cuando esta realmente y por fin representa el bien común–. Aún con una pobreza de gestión del Presidente paraguayo hizo lo acertado. Ahora nos toca reforzar siendo obedientes con la prevención que se nos pide. Otros funcionarios públicos como el ministro del Interior, aparecieron. Acevedo amenazó con usar la fuerza sobre la ciudadanía si no acata la cuarentena (habrá visto que lo están haciendo en España e Italia). Es válido pedir a la gente que siga las indicaciones dadas, solo que si las empresas públicas y los ministerios no funcionan, por más represión que hagan, no se va a poder contener lo que se viene. Siempre hemos tenido gobernantes que se parecen demasiado a la gente común, cuando las autoridades deben ser diferentes por idóneas y preparadas… “Para salir de esta crisis se necesita ser inteligente”, aseveraba una mujer en las redes. ¿Cuál será nuestro coeficiente intelectual masivo? Se suele destacar la viveza del paraguayo, relacionando actos deshonestos con la inteligencia. Pues hoy necesitamos una “viveza” con su norte en la comprensión honda del problema y la acción rápida.

Los adolescentes se pliegan poco y solo quieren divertirse; la publicidad suele animarlos a ser rebeldes, pero hay veces que obedecer no está mal.

Además, tenemos una enorme masa posdictadura de adultos mayores que ahora “se liberan”. Manejar a todos los ciudadanos en una pandemia requiere, sin dudas, un gobierno de líderes, de hombres sagaces…

Algunas materias en las que estamos flojos: 1) Aunque presumimos de la solidaridad nativa, nunca trabajamos por introducir socioculturalmente el bien común, 2) Nunca tratamos los grandes problemas internos generados por años de dictadura y ahora malinterpretamos el acatar las reglas, 3) Estamos perdiendo la familia como lugar más seguro del mundo, 4) No nos caracterizamos por comer alimentos nutritivos, al menos una buena porción de frutas y verduras frescas cada día. 5) Como creyentes (los que somos) dudamos del poder de nuestra fe y así nos debilitamos.

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Quedarse en casa es quedarnos con los nuestros y con nosotros mismos. Salir lo estrictamente necesario, sin niños, sin adultos mayores.

La cuarentena que se nos pide es nada en comparación a lo que están viviendo otros países. Activemos la conciencia para interpretar este momento difícil. Nadie tiene respuestas, y todos corremos riesgo frente a un virus potente y peligroso.

Aunque estemos cansados de escucharlo: el lavado de manos y salir lo menos posible nos puede ayudar muchísimo a apaciguar esta epidemia que recién empieza.

lperalta@abc.com.py