Una oportunidad para grandes cambios

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Las grandes crisis revelan el carácter de las personas, poniéndolas a prueba, en particular a quienes deben tomar decisiones importantes.

La pandemia del covid-19 sacó a la luz la solidaridad de la gente común y la conducta deplorable de algunas autoridades.

Esta puede ser la gran oportunidad para que algunas costumbres negativas de los políticos cambien, pero habrá mucha resistencia de quienes están bien como están y poco les importa lo mal que la pasa una gran mayoría.

El presidente de la República Mario Abdo Benítez se ha movido en esta crisis con cautela y optó, sensatamente, por ponerse en manos de su ministro de Salud Pública Julio Mazzoleni. No obstante, se han notado algunos momentos de flaqueza ante las presiones a las que indudablemente está sometido.

El fracaso evidente del Gobierno Nacional se da en la pobre respuesta a las necesidades de las familias que no pueden procurarse el sustento diario por la cuarentena y el aislamiento. El equipo presidencial demuestra una gran ineficiencia y el “pato” lo paga la gente más vulnerable de nuestro país.

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La falta de estructura, sistema y recursos para responder a las necesidades sociales es atribuible también a los gobiernos anteriores, mayoritariamente del Partido Colorado, con la excepción de un periodo de cinco años de otro signo político.

Pero, los recursos puestos a su disposición y la carta blanca que le otorgaron todos los sectores políticos al aprobar la ley de emergencia hace que la responsabilidad de lo que se haga bien o mal caiga sobre el mandatario y su equipo.

El Parlamento ha respondido como siempre lo ha hecho desde la vigencia de la actual Constitución Nacional, respaldando la mayoría de las medidas, más allá de las críticas.

El Senado, en particular, se ha visto en la inesperada situación de expulsar a una de sus integrantes. El episodio puso en evidencia la falta de preparación y desconocimiento de algunas autoridades de lo que significa vivir en democracia.

La defenestrada e imputada senadora María Eugenia Bajac (PLRA) no es la única que piensa que el cargo de legislador es una suerte de salvoconducto para gozar de privilegios y cometer arbitrariedades. Está, entre otros, el acusado diputado liberal efrainista Carlos Portillo, que representa al departamento de Alto Paraná, que hasta ahora con la impunidad que le otorgan sus mismos colegas y la falta de eficacia de la Justicia sigue lo más campante, creyéndose una suerte de personaje especial que puede cometer delitos alegremente. Incluso, logró litigar desde Ciudad del Este su caso.

Hay varios más con la misma conducta, pero hasta ahora pasan más o menos desapercibidos con la complicidad, en algunos casos, de sus pares.

En la Cámara de Diputados, en particular, se nota la persistencia de conductas atávicas vinculadas a la política de “clanes” que ejercen un poder cuasi-feudal en sus departamentos. Este es una de las instituciones que muestra la mayoría de los vicios políticos y la poca intención de sus integrantes para cambiar, salvo algunas honrosas excepciones.

El poder político en nuestro país tiene una oportunidad tal vez única de dar un gran golpe de timón. De cortar privilegios, de reducir las desigualdades, de deshacerse de corruptos, incluyendo de quienes son del equipo oficial.

Si fueran capaces de encarar ese cambio, tal vez en el futuro no recordaremos este ahora como un tiempo de zozobra, tragedia e incertidumbre. Lo veremos también como un momento de cambios para mejor.

Para eso, se necesitaría de mucho coraje, inteligencia y patriotismo.

caceresm@abc.com.py