Periodismo bajo pandemia

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Fue en marzo de 2003 cuando el entonces presidente estadounidense George Bush ordenó bombardear Irak porque allí había armas de destrucción masiva. Años más tarde se confirmó que la información era falsa, aunque para ese entonces ya habían muerto miles de personas.

Las miradas apuntaron hacia el periodismo estadounidense, de una escuela altamente profesional, rigurosa, implacable hasta ese entonces con las mentiras, aséptica en la descripción de los hechos, trabajando siempre bajo ese ideal utópico de la objetividad absoluta.

Gran parte del periodismo del país falló. Y falló porque no comprendió que su misión no era enrolarse simbólicamente en las filas del ejército, sino tratar de seguir manteniendo una prudente distancia del poder que le permita ir describiendo la realidad, con esa mirada crítica que acompaña generalmente a la profesión.

Se suele atribuir al dramaturgo griego Esquilo el haber sentenciado que en las guerras la primera víctima es la verdad.

Lo de Irak fue un nuevo ejemplo de ello porque, entre otros condicionantes, estuvieron el miedo de por medio, la necesidad de la gente de aferrarse a su gobierno que la defendía de una amenaza, y el temor periodístico a ir contracorriente, o incluso la convicción de utilizar a la profesión como una herramienta de propaganda para defender la causa.

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Esta pandemia plantea al periodismo un desafío similar. Y la sensación es que en esta guerra sanitaria, el periodismo también se infectó de oficialitis.

Oficialitis porque se pretendió por momentos imponer el pensamiento único y la idea de que solo la información oficial es válida y de que no hay que debatir ni discutir lo que resuelven quienes ejercen el poder, por más de que incurran en excesos o contradicciones.

Se ha escuchado poco por ejemplo el reclamo de los médicos que forman parte de esa primera línea de contención en nuestro sistema de salud pública sobre las carencias que aún tienen, con las que deben enfrentar los casos posibles de covid-19.

Tampoco se han leído o escuchado otras visiones médicas sobre cómo enfrentar la cuarentena y su proceso de apertura; no hay debate, no hay discusión y hay poco análisis, herramientas que enriquecen la formación ciudadana.

La pandemia también plantea un escenario desafiante para el buen periodismo por la necesidad de brindar información de calidad en medio de la urgencia y la avidez de estar informados de los lectores, oyentes y televidentes.

Una vez más quedó también demostrado que la mayoritaria reacción ciudadana al recibir una información a través de las redes sociales es intentar confirmarla a través de un periodista o un medio que le genere confianza.

Sigue siendo entonces para el periodista una excelente oportunidad para distinguir lo importante de lo impactante y lo verdadero de lo falso, premisas básicas de la profesión.

Es, sin dudas, un momento especial, al revalorizarse el ejercicio del periodismo de calidad.

Algo que sin dudas redobla la responsabilidad del periodista, que debe marcar una diferencia clara con su trabajo sobre la información real de aquella difundida irresponsablemente sin chequear fuentes ni datos.

La pandemia reafirma entonces la importancia social que tiene el ejercicio del periodismo en democracia por su contribución para el ejercicio de una ciudadanía informada y responsable.

Vengan estas ideas a formar parte de un breve comentario sobre la profesión en el Día del Periodista, con un pedido de disculpas por los errores cometidos y el compromiso de buscar describir la realidad con rigor, manteniéndonos siempre leales a la voz de nuestra conciencia.

guille@abc.com.py