Aprender de la pandemia

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La gran maestra es la vida y los hechos son excelentes lecciones. La trágica pandemia y nuestras reacciones en ella están dejando lecciones importantes sobre el estado de nuestro sistema educativo y su gestión.

Hay que felicitar al Ministerio porque ha reaccionado con Televisión educativa y sumándose a las propuestas de la UNESCO para cubrir la ausencia de clases por aulas cerradas, ofreciendo servicio escolar con enseñanza a distancia, mediante comunicación informática vía teléfono celular y computadora. Pero esta felicitación no debe ser triunfalista, porque los hechos demuestran que ni los profesores ni los alumnos, ni el sistema están preparados para ofrecer un servicio de suficiente calidad.

Son pocos los profesores competentes en comunicación educativa virtual. Dar clases por teléfono o computadora no es pasar por internet la clase presencial tradicional, explicando oralmente una lección y dando tarea. En primer lugar, porque la informática educativa es mucho más que explicar, con sólo el uso de la palabra hablada o escrita, ya que en las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) cada medio tiene su propio LENGUAJE, construido con elementos y recursos específicos. El lenguaje cinematográfico de comunicación no es el mismo que el televisivo o el radiofónico, el telefónico o el informático por computadora.

Además de que cada medio tiene su propio lenguaje, para el proceso educativo, cada medio exige su DIDÁCTICA. Y podemos reconocer que nuestros profesores no están capacitados en didáctica específica de la enseñanza y educación online.

Afortunadamente las computadoras tienen internet y muchos y valiosos programas a disposición de una didáctica superdotada. No es lo mismo emitir texto oral y/o escrito, que comunicarse por chat, skype o videoconferencia; no es lo mismo comunicarse en vivo y directo que en diferido, con imágenes que sólo con palabras,

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Tampoco nuestro SISTEMA informático nacional está preparado para las demandas del sistema escolar y universitario en tiempos de pandemia. Su infraestructura no puede acoger el inmenso flujo que todas las instituciones educativas necesitarían en pleno funcionamiento de los profesores comunicándose con todos los alumnos. Esto sin contar con el problema de conectividad, porque ni siquiera en Asunción llega la señal a todos los barrios y además que no todos los hogares tienen conexión de internet.

Por otra parte, tampoco la mayoría de los estudiantes, incluso de nivel secundario, están preparados para asumir con disciplina la responsabilidad de participar con calidad en el proceso enseñanza-aprendizaje por este medio. Hay que tener en cuenta que no están participando en clima y contexto de aula, sino en los contextos dispersos de sus casas, mucho menos favorables aún para los estudiantes que viven en situación de pobreza en viviendas precarias, no digamos los que en un solo espacio tienen todo el hogar para toda la familia. Una vez más los pobres padecen los efectos de la grave injusticia social.

En 1998, siendo Ministro de Educación Nicanor Duarte Fritos, la profesora Sra. Carnen Varela Báez y yo recibimos el encargo de elaborar un proyecto de integración de las TIC en el sistema educativo escolar. La ejecución del proyecto, si fuere aprobado, estaría financiada en sus primeras etapas con donación de nueve millones de dólares del Banco Mundial.

Elaboramos dicho proyecto. Nos pidieron que lo presentáramos en la sede central del Banco Mundial en Washington. Lo defendimos durante una semana y fue aprobado y felicitado. ¿Y qué pasó?

Cambio de Gobierno y enseguida el Viceministro de Educación del brevísimo Gobierno del Presidente Raúl Cubas, fue a Washington a pedir que esos nueve millones de dólares se los dieran para desayunos. El BM escandalizado cerró el compromiso. Si desde 1998 hubiéramos integrado las TIC en las escuelas, ¿dónde estaríamos ahora?

¿Lecciones de la vida? Necesitamos urgentemente una revolución en la formación de los docentes y popularizar desde la infancia la cultura tecnológica. Las familias que asumen la educación familiar y además el acompañamiento total de la educación escolar no pueden ser espectadores pasivos ante decisiones políticas gravemente erradas. Los derechos y el potencial de niños y adolescentes no pueden quedar frustrados. Los gobernantes y políticos deben estar al servicio de la educación y no supeditarla a sus intereses personales o del partido.

jmonterotirado@gmail.com