Así ante el temor y el desconocimiento de una nueva enfermedad el país comenzó a dejar de mover piezas para llamarnos al confinamiento y el encierro priorizando la vida y anteponiendo la salud ante cualquier otro perjuicio. El pueblo obedeció, puertas de negocios cerraron y ya no volverán a abrir, muchos valiosos empleados tuvieron que ser desvinculados sin siquiera un incumplimiento o un mal desempeño, sino porque son medidas que se deben emprender cuando ya no hay fondos para seguir haciendo posible un acuerdo.
Y ante ese dolor de los despidos, de empresas quebradas, de familias que han quedado sin saber qué deparará el mañana, vuelve un virus ya conocido y nunca erradicado a golpear con dureza; la corrupción. A propósito del día del trabajador, la cartera de Estado encargada de este sector ha informado que 88.000 personas han sido suspendidas en sus trabajos y 2.000 quedaron desempleados en 50 días de cuarentena. La Unión Industrial Paraguaya ha informado de 6.000 empresas en quiebra y 66.000 puestos de trabajo en riesgo.
En Ciudad del Este estiman que la afectación laboral alcanzaría a 50.000 personas. Subsidios que no llegan o que lo hacen tan parvamente, que son y serán insuficientes. Un panorama económico muy difícil que tendremos que afrontar y una recuperación que podría llevar, según estimación de economistas, de 3 a 4 años.
Pero qué sucede cuando desde el Gobierno nos piden priorizar la salud con el mensaje real de que sin ella no hay economía que valga y sin embargo salta uno tras otro escándalo de sobrefacturación, empresas de maletín, compras innecesarias. Dinac, Petropar, Universidad Nacional de Asunción, Intendencia de Quiindy, Intendencia de Ciudad del Este y el propio Ministerio de Salud son instituciones que han quedado en la mira debido a denuncias concretas de irregularidades en compras. Imputaciones ya efectuadas, investigaciones en curso, prisiones domiciliarias que ya han sido ejecutadas para el esquema que se ha revelado en la Dinac, teniendo al extitular, Edgar Melgarejo, al frente. ¿Cómo decirle a la gente que se quede, que se encierre, que aguante más de 50 días cuarentena, que endeude su futuro y a sus hijos pagando una deuda pública de emergencia sanitaria cuando nuevamente el virus de la corrupción se hace presente? El pueblo ha obedecido, se ha llamado al encierro aunque eso implique sacrificar empresas y personas, muchos sueños se han visto interrumpidos y nadie quiere posponerlos indefinidamente si hay visos de irregularidades. El “caiga quien caiga” como lema del Presidente Mario Abdo Benítez se hace más necesario que nunca en este tiempo, en que se espera que no haya atrevidos que se animen a meter la mano en el bolsillo de los sufridos ciudadanos y que luego caminen impunemente por las calles.
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El virus de la corrupción debe ser combatido con dureza, firmeza y ser erradicado con los mejores antivirales indispensables para ocupar un cargo de confianza; la honestidad y la integridad.