Antifaces para fascistas

Si en los Estados Unidos se multiplica la incivilidad, es consecuencia de que las leyes se han relajado, y por motivos económicos, políticos o ideológicos, los encargados de hacerlas cumplir andan mirando las musarañas.

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Las leyes se promulgan para cumplirlas, punto. Si no, ese paripé legal deviene criminal. Ya se sabe que en todas partes no ocurre de tal manera. En Cuba, donde la ley que rige es la voluntad de un señor de horca y cuchillo, se declara por ejemplo que el socialismo es el sistema que se dio libérrimamente el pueblo y solo podría ser revocado por tantas miles y más cuales miles de peticiones ciudadanas, algo a todas luces imposible de conseguir.

Entonces aparece alguien como Oswaldo Payá, que con la fuerza empeñosa de una hormiga reúne los tantos miles y más cuales miles de firmas; ¿y cómo reacciona la dictadura? Convoca a sus monigotes y decide que el socialismo deja de ser modificable porque el pueblo ya lo escogió medio siglo atrás. Y como Payá sigue fastidiando, con un accidente de tránsito sale de él.

Ahora, en un país libre se supone que las leyes no son fingimientos, sino regulaciones que es preciso cumplir porque son beneficiosas. Y si dejan de serlo, se sustituyen por otras que sí resulten útiles. Pero cuando se aplican según la conveniencia política del momento o dejan de aplicarse del todo las cosas se ponen feas. Es lo que está ocurriendo en los Estados Unidos, la democracia más antigua y mejor.

Claro que un desfile de antorchas nocturno como el de Charlottesville le eriza los pelos a cualquiera. Es lo que hacían Mussolini, Hitler y el Ku Kux Klan cuando estaban en su apogeo. Lo mismo que hizo, mono ve mono hace, Fidel Castro el 27 de enero de 1953 (dizque en homenaje a Martí) y hace ahora el hermanísimo (dizque en homenaje a Martí y a Fidel). Y si en el desfile de Charlottesville hay encapuchados y cruces gamadas, peor que peor, aunque lo ampare la primera enmienda y haya obtenido permiso para desfilar.

Pero también hiela el alma cuando ciudades y condados se declaran santuarios para inmigrantes ilegales y protegen no solo a gente noble que viene en busca de lo mejor para sus hijos, sino a delincuentes de toda laya; cuando las universidades, los templos encargados de buscar la verdad, censuran opiniones por miedo a posibles violencias; cuando la policía hace la vista gorda ante grescas callejeras y destrozos de propiedades públicas y privadas llevados a cabo por sedicentes progres.

El fascismo no es un fenómeno exclusivo de la derechona. En realidad, nació ayer de la izquierdona y anida hoy muy a gusto en ella, en movimientos como Occupy Wall Street, Black Lives Matter y otros mil violentos defensores del medio ambiente y minorías de toda índole, reales o imaginarias. Incluso hay uno reciente llamado Antifa, que con su nombre quiere dar a entender que es antifascista. Pero que nadie se llame a engaño, en realidad es anarquista, anticapitalista y criminal, otro antifaz entre los muchos que se ponen los fascistas. [©FIRMAS PRESS] 

* Analista político

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