Cuando las elecciones pierden interés

Estamos a poco más de veinte días de las elecciones generales, pero la sensación es que todo está definido. La campaña presidencial parece haber terminado en diciembre con las internas del Partido Colorado. La percepción se reforzó hace algunas semanas cuando las encuestas revelaron que el candidato colorado a la presidencia está más de treinta puntos por delante del opositor.

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Los colorados apoyados en su base electoral de casi un millón de votos no están interesados en generar un ambiente electoral. Les alcanza con reforzar las identidades para asegurar una victoria que, de acuerdo con los datos de las encuestas que se conocen hasta ahora, podría no tener precedentes.

Los partidos de oposición, que deberían ser los que lleven adelante una intensa campaña electoral que aliente la movilización y genere participación, están más metidos en sus propias disputas. Incapaces de resolver sus propias diferencias, llevan adelante una apática campaña que se pierde en temas que no trascienden.

El discurso de confrontación que al principio intentó el candidato disidente se fue diluyendo sin encarnar en el electorado. Ahora se buscan ejes, se intenta confrontar, pero nada parece dar resultado. La apatía de los votantes permanece invariable.

Esta falta de arrastre empezó a generar fricciones al interior de la disidencia. Los candidatos que están en las listas del Congreso y los que encabezan candidaturas regionales sutilmente están empezando a trabajar en sus propios proyectos. Solo tangencialmente, para guardar las formas, mantienen el discurso del frente electoral.

No es un boicot abierto, pero podría calar hondo en las elecciones. Solo con los resultados en mano se podrá dimensionar el alcance que finalmente tuvieron.

La disputa más fuerte se centra en las listas. Es allí donde los movimientos independientes y los partidos de menor peso electoral intentan desmarcarse para tratar de sumar votos que le generen mayor espacio en las cámaras. Pero ni siquiera allí se dispara la euforia de una campaña nacional. Solo los grupos más cercanos se fanatizan.

La enorme cantidad de listas, que para muchos puede crear la ilusión de que la representación parlamentaria se diversificara, juega en contra. En un contexto donde la estructura partidaria todavía tiene un peso importante para sumar votos y con un sistema electoral de distribución que privilegia a los partidos con mayor caudal electoral, la amplia oferta de candidatos terminará consolidando a los partidos tradicionales.

Los desvaríos de algunos candidatos de la lista colorada o la persistencia de Óscar González Daher por permanecer en la nómina de candidatos para la Cámara de Senadores generan cierta resistencia; pero no alcanzan para hacer cambios profundos. El próximo Congreso podría estar dominado por los partidos tradicionales.

La apatía electoral está permitiendo que los reacomodos de los grupos de poder se adelante. La movida que usualmente se daba terminadas las elecciones generales, ahora se adelantó casi medio año.

Los movimientos internos de colorados y liberales ya empezaron a tejer alianzas para mantener espacios, recomponer viejos acuerdos y frenar a adversarios que pasadas las elecciones terminarán tirados. Ya se piensa en las elecciones de autoridades internas; el primer paso para controlar el partido con miras al futuro político.

Las elecciones de abril parecieran estar definidas aún antes de empezar. Los dirigentes políticos esperan solo los números finales para ajustar sus maniobras y definir los objetivos. Cuando los votos terminen de contarse, se podrán finalmente acomodar nuevos acuerdos; porque aún en unas elecciones apáticas, el reparto de los espacios de poder es complicado.

ogomez@abc.com.py

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