De Mercado a zona liberada

Cargando...

Erase una vez... En Dos Bocas, donde confluían algunos de los caminos reales o de indios, surgió un colmenar humano. Los iniciadores del enjambre se ubicaron a la sombra de dos plantas de yvapurû al lado de un inmenso arenal en los suburbios de Asunción. Encomendaron el lugar al Sagrado Corazón de Jesús.   

Tal vez esto fue a principios del siglo XX. Pero terminó por consolidarse como el sitio de mayor confluencia de productos y trabajadores de la ciudad en la década del 40 tras desmantelarse el Mercado Guazú de una de las parcelas de la Plaza de los Héroes, frente al Hotel Guaraní.   

"Los mercados son un poco el alma de las ciudades. En la oferta y la demanda de las cosas necesarias el pueblo descubre a cada rato la trastienda de su idiosincracia y la moralidad auténtica de sus reacciones", escribe Carlos Zubizarreta en su libro "Acuarelas Paraguayas". 

    Los mercados siempre fueron un sitio de confluencia de diversidad en productos y en gente. Un espacio donde conviven personas pulcras y puercas. Un lugar donde está la vecina bocona y la discreta. La palabra "mercadera", en etimología la "esposa del mercader", no siempre se refirió a la "persona encargada de comerciar con géneros vendibles". Al menos en nuestro medio.   

El desorden parece ser la principal característica de un mercado. En cualquier parte del mundo y en cualquier momento de la historia.  

 Poner orden en cualquier mercado siempre fue tarea difícil, si no imposible. Así lo testimonian ordenanzas como la número 83 sancionada el 5 de mayo de 1908 por la Municipalidad de Asunción. Según la norma, los encargados de los mercados debían cuidar, por ejemplo, que "todos los vehículos en que se introduzcan artículos de consumo al entrar a los mercados guarden el orden sucesivo, saliendo inmediatamente después de su descarga". También debían cuidar de que las carretillas "estén perfectamente limpias en todo el tiempo".  

  Pero quizás lo más importante de esta norma señala que se "vigilarán que los concurrentes, vendedores y peones tengan la mesura conveniente en el lenguaje, evitando la versión de palabras obscenas". Hay que ser sordo para no escuchar lo que dicen en un mercado y ciego para no ver lo que se hace.   

Todo el mundo sabe que el Mercado 4 es una bomba de tiempo, un polvorín a punto de estallar, es tierra de nadie. Pero antes por lo menos había forcejeos "civilizados" entre puesteros e inspectores municipales. Ahora es "zona liberada" a tal punto que ni los fiscales pueden intervenir aunque tengan el auxilio de la fuerza pública.   

Las sucesivas administraciones municipales desde Filizzola a Evanhy intentaron "ordenar" el Mercado 4 sin mayores resultados. Incluso, en diciembre la actual intendenta denunció al Ministerio Público que "el incumplimiento a las normas municipales por parte de los permisionarios hace que la zona sea vulnerable a siniestros". Los permisionarios que iban a ser afectados anunciaron que la esperarían con "machetes y garrotes". 

  En el Mercado 4 pasa de todo y se comercia de todo, pero la fiscalía sale corriendo por error de táctica o falta de firmeza. Atacar el problema debe comenzar desde adentro, con la gente laboriosa... si no es así ganarán los forajidos, irreductibles y delincuentes.   

pgomez@abc.com.py
Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...