Derrotado por los elementos

SALAMANCA (España). Cuando la Armada Invencible, enviada por Felipe II para castigar a la reina Isabel I, excomulgada por el Papa, fue diezmada, entre otras cosas, por una fuerte tormenta (1588), el monarca español justificó la derrota diciendo: “Envié mi flota contra Inglaterra y no contra los elementos”. Quién hubiera imaginado que unos cuatrocientos y tantos años más tarde, el Lord Mayor de Asunción, Paraguay, iba a recurrir al mismo argumento para salvar su prestigio bastante disminuido para este entonces.

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Cuando al día siguiente de las lluvias que durante varios días azotaron nuestra ciudad, los ciudadanos trataban de regresar a la normalidad rescatando calles destrozadas, montañas de basura por todas partes, gigantescos pozos donde se apilaban automóviles arrastrados por la riada, el Lord Mayor tuvo la oportunidad de pronunciar su célebre frase que muy bien podría figurar en el pedestal de la estatua que algún día alguien se la levante: “Yo no mandé a la ciudad contra los elementos”.

Lo llamativo son los paralelismos, ya que tanto la Armada Invencible como la ciudad de Asunción naufragaron por las mismas razones: impericia, incompetencia, dejadez e indiferencia. Y la catástrofe no hizo otra cosa que confirmar que la historia política de nuestro país entra en una hoja dejando espacio para incluir alguna ilustración que por lo menos alegre la vista. La historia se resume así: poner todo el esfuerzo necesario para conquistar el poder; una vez conquistado el poder poner todo el esfuerzo necesario para mantenerlo y, por último, utilizar la posición alcanzada para llegar a otra más alta y mejor remunerada. Esta es la carrera que han hecho todos los intendentes de Asunción que le sucedieron a Pereira Ruiz Díaz, la última persona digna del cargo.

Al decir líneas más arriba que había impericia, incompetencia, dejadez e indiferencia no era fruto de un simple arranque poético sino la estricta realidad. A causa de este gigantesco desastre nos enteramos de que la Municipalidad de Asunción disponía de 30.132 millones de guaraníes para desagües pluviales. ¿Cuánto se gastó de ese dinero? Ni un solo céntimo. Pero hay más: de los 362.000 millones que Ferreiro tenía en su presupuesto para utilizarlos en obras públicas durante el pasado año, sólo se gastaron 81.000 millones de guaraníes. Vale decir, de todo lo dispuesto en este rubro, sólo se ejecutó un 22%. Esto es apatía, indiferencia, dejadez. Porque esas cantidades para obras públicas y para desagües pluviales no significan que el intendente deba empuñar una pala o un pico para cavar en alguna calle bajo el sol ardiente de febrero o el frío insoportable de agosto. Era suficiente con que llamase, desde el bien acondicionado despacho que posee, a ese ejército de técnicos, consejeros, asesores y que se ocuparan del tema. Imagínense que de todas las necesidades impostergables que tiene la ciudad, la que tuvo prioridad sobre todas, fue la construcción de las casillas, ese adefesio con que fue distinguido el paseo central de la Avenida Quinta.

Decía que los políticos habitualmente utilizan el puesto alcanzado en la administración pública como trampolín para dar el salto a mejores posiciones. Si Ferreiro tuvo en mente utilizar la Intendencia Municipal como trampolín para llegar a Mburuvicha Róga, posiblemente equivocó de camino, pues lo que ha hecho hasta el momento no ha sido otra cosa que un salto mortal a una piscina que no tiene agua.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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