En educación hay que cambiar el foco

Año tras año nos asombramos, por un día o dos, cada vez que el MEC presenta los magros resultados en cuanto a logros educativos del sistema y esta vez no fue diferente.

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El Sistema Nacional de Evaluación del Proceso Educativo (SNEPE) presentó hace unos días una evaluación censal realizada en el 2015 (después de casi 3 años) que dio como resultado lo que ya se sabía: niños y adolescentes no aprenden y sus conocimientos están por debajo de la media en competencias básicas, como matemáticas y comunicación.

Lo que el MEC lamentablemente no presentó es: qué va a hacer con estos resultados. Lo cual es una mala señal porque significa que, al igual que el resto de la sociedad, solo se queda con el asombro y la indignación y no se hace responsable de la acción, aun siendo el ente rector, o por lo menos no comunica lo que va a hacer, lo que es aún peor.

Tampoco hizo un análisis histórico, porque allí saltaría el dato de que en realidad en estos 10 años se ha empeorado el rendimiento a pesar de haberse triplicado el presupuesto. Y eso a pesar de la alternancia en la que se sucedieron gobiernos de distintos signos políticos.

Como profesional del sector me permito en el presente comentario proponer una pequeña reorientación de la política educativa hacia lo que creo que puede ayudar a colocar en el foco de la acción el trabajo de quienes son los que en realidad tienen el poder de trasformar la educación paraguaya: los maestros.

Los resultados nos dicen que si bien el 90% de los estudiantes no aprenden lo que deben aprender, existe un margen del 10% que sí lo hace, o por lo menos obtiene mejores resultados. Sería bueno saber ¿qué instituciones son? ¿Quiénes son los maestros? Y ¿cómo trabajan? ¿Por qué en esas instituciones los estudiantes aprenden más? 

Sería bueno encarar una política de acción positiva que, en lugar de machacar a los maestros mediocres y lamentar lo mal que estamos, genere incentivos creativos para las instituciones que realizan un trabajo más eficiente, para los buenos maestros que sí se esfuerzan, porque los hay, pero están perdidos en el montón y cobrando el mismo salario de los maestros malos, que faltan, que no planifican, que tienen poca o nula ética de la responsabilidad.

Esto mismo se aplica a directores, supervisores y técnicos que pasan a engrosar la pesada estructura burocrática del MEC, que es una enorme distracción para cualquier ministro o ministra, porque el tiempo que insume atender lo burocrático quita tiempo para atender lo importante que está allí en el aula esperando orientaciones oportunas, programas educativos creativos, materiales contextualizados que enriquezcan la tarea del maestro y el acompañamiento responsable de las autoridades.

Aunque el título de la nota sugiera un ministerio sin luz, cambiar el foco en este caso sería mirar primero lo bueno y construir en torno a eso un horizonte ideal pero posible, realizable en el corto y mediano plazos y entender que el secreto en la educación está en el trabajo de los maestros; entonces, obrar en consecuencia, que significa que el MEC rompa con su propia lógica burocrática y haga lo que tiene que hacer, que es llegar al aula y estar cerca de los maestros y los estudiantes en el día a día.

(*) Educadora y periodista.

nantio64@hotmail.com

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