Hora de la unidad

La crecida de los ríos, que pone a prueba a gran parte de la población ribereña, muestra hoy a los pilarenses enfrentando una nueva batalla contra las aguas. Como no ha ocurrido en otros tiempos, en esta ocasión se perciben dos escenarios de confrontación.

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Por un lado, la sostenida y tenaz defensa del pueblo en cada uno de los muros de defensas; frenando con su esfuerzo y la unidad de miles de voluntarios a las amenazantes aguas de los ríos que rodean a la capital del Ñeembucú. Emulan las épicas jornadas de 1983 y, sin medir los riesgos, los combatientes acuden masivamente a los puntos más críticos de las defensas, cubriendo sus imperfecciones con las bolsas de arena cargadas por los paleros voluntarios. Solidarios, valientes y, sobre todo, unidos por la suprema causa de la defensa de su lugar de origen, abortan toda posibilidad de que los ríos se adueñen de la ciudad a la que el Mariscal López llamaba la “Perla del Sur”.

En la otra escena se observa la vergonzosa realidad de autoridades exacerbando sus diferencias, cuando el pueblo las necesita más unidas que nunca. Lamentablemente no se ponen a la altura de los ciudadanos a los que representan, y con sus intervenciones llenas de soberbia y agresividad transmiten una mala y falsa imagen de una población que siempre se ha caracterizado por ser unida, solidaria y cordial. La penosa realidad contrasta con las experiencias de 1983, 1992 y 1998, cuando las autoridades se despojaban del afán de protagonismo y sus diferencias políticas y personales para unirse a la población en la lucha por salvar a la ciudad amenazada.

En este momento en el que los jefes de las principales instituciones no encuentran el camino del diálogo y la coordinación para enfrentar la emergencia, deberían recordar la actitud del padre Domiciano Ramírez y las autoridades stronistas en el 83. Las grandes diferencias entre el sacerdote y los representantes del gobierno no fueron obstáculo para establecer una tregua y trabajar unidos en la más grande de las batallas que los ríos plantearon a la valiente población pilarense.

Las autoridades actuales deben despojarse de su egoísmo y extrema soberbia para acompañar a un pueblo que no merece la actitud que adoptan sus representantes. Es hora de la unidad y el sacrificio.

clide.martinez@abc.com.py

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