La utilidad de lo inútil

SALAMANCA. En el viejo, viejo, viejo plan de estudios –tantas veces fue cambiado desde entonces–, cuando yo iba al colegio, teníamos una serie de materias que no servían para nada. Por ejemplo, estudiábamos filosofía, lógica, latín, raíces griegas y latinas, geometría plana, geometría del espacio y no sé cuántas cosas más. Estoy seguro de que por este motivo, porque no servían para nada, fueron borradas de los siguientes programas de estudio en nombre de la “excelencia”.

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Estas materias inútiles, es decir, que no tenían aplicación práctica alguna, apenas si servían para enseñarnos a pensar por nosotros mismos, a discurrir de manera correcta y, sobre todo, a tener la cabeza bien amueblada. Las últimas tendencias educativas, creo saber, tienden a que el alumno salga del colegio sabiendo cosas que les sean útiles para la vida: cómo clavar un clavo, cómo meter correctamente un tornillo, cómo reparar una canilla que gotea. Aunque no, tampoco salen sabiendo estas cosas que en mi época sí aprendíamos, al mismo tiempo que aquellas materias inútiles, en una clase que se llamaba “trabajos manuales”.

Para pensar bien no es necesario ser alguien famoso, ni encumbrado, ni rico, ni poderoso. Como tampoco ser poderoso, rico, encumbrado o famoso quiere decir que se es capaz de pensar correctamente. Todo esto tiene que ver con el lamentable espectáculo que ofreció días atrás el diputado liberal y rector de la Universidad Nacional de Pilar, Víctor Ríos, cuando propuso que las becas de estudio otorgadas por Itaipú Binacional se entreguen por sorteo. De este modo buscaba darle una solución (¿solución?) a los desastrosos resultados que se obtuvieron en los exámenes de suficiencia tomados a los aspirantes. Un fracaso del 95% y que después de flexibilizar el listón de entrada, quedó en 83%. Si el rector de la universidad piensa en tales términos, es lógico y explicable la forma en que piensan los alumnos. Peor aun: no se dan cuenta de que son víctimas de una gigantesca estafa por parte del Gobierno que les viene engañando desde hace décadas con sus famosos planes de renovación de los programas educativos con vistas a la “excelencia”.

La beca es un estímulo que se otorga no al pobre que no tiene medios para financiar sus estudios, sino darle una posibilidad a desarrollar sus conocimientos a quienes tienen capacidad intelectual para hacerlo. La beca no es una limosna. La beca es un premio. Educación para todos, sí, señor, pero una educación de nivel y un interés particular en quienes sobresalen por sus condiciones.

Es hora de que se abandone la idea de que la educación debe ser un bien utilitario. Nuccio Ordine, en un estupendo libro, “La utilidad de lo inútil” (Editorial Acantilado, Barcelona, 2013), escribe: “En los próximos años habrá que esforzarse para salvar de esta deriva utilitarista no solo la ciencia, la escuela y la universidad, sino también todo lo que llamamos cultura. Habrá que resistir a la disolución programadora de la enseñanza, de la investigación científica, de los clásicos y de los bienes culturales. Porque sabotear la cultura y la enseñanza significa sabotear el futuro de la humanidad”. Sería interesante que este libro lo lean en el Ministerio de Educación y en los rectorados de las universidades, para que entiendan que si es cierto que los hombres “filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento y no por alguna utilidad” en palabras de Aristóteles.

Los resultados catastróficos que estamos viendo son clara prueba que todo lo que se ha hecho ha fracasado y que los sistemas aplicados a la educación para llegar a la “excelencia“, fueron esfuerzos dirigidos más bien contra antes que en favor de los alumnos. Hay que plantearse con otros ojos que aquellas materias “inútiles” que teníamos en el antiguo bachillerato tenían una utilidad. Como dice Gramsci en “Cuadernos de la cárcel“: “Las nociones aisladas no eran asimiladas para un fin inmediato práctico-profesional: el aprendizaje parecía desinteresado, porque el interés era el desarrollo interior de la personalidad”. Quizá esto ayude a que no sigamos presenciando el triste destino de nuestros jóvenes y el tristísimo papel de nuestros diputados y rectores universitarios.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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