Hasta hoy, los opositores recuerdan en los debates del Senado que en el post-stronismo no llegaron al extremo de los colorados de resolver disputas internas matando gobernantes (Ver cuadro).
La historia señala que tras la caída de la dictadura stronista (1954-1989) la ANR continuó en el poder pese a que apoyó, defendió y justificó al régimen y nunca hizo una autocrítica ante la sociedad.
En diciembre de 1992 se realizaron las elecciones internas del coloradismo en que se impuso la dupla Argaña-Ybáñez sobre la oficialista de Wasmosy-Seifart. Sin embargo, el oficialismo mandó cambiar los resultados, un pelotón policial desalojó a los argañistas de la Junta de Gobierno y EE.UU. advirtió que no toleraría golpes.
En la cúpula se instaló que Wasmosy le debía su candidatura a Rodríguez y a Lino Oviedo el triunfo por fraude. Para 1996 Oviedo se negó a acatar la orden de pase a retiro y amenazó con un golpe de Estado.
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Después, en 1997, Argaña y Oviedo se enfrentaron en internas, siendo declarado ganador el último. Sin embargo, el oficialismo dejó fuera de competencia al general retirado cuando un Tribunal Militar lo juzga por la intentona golpista del ‘96. El compañero de chapa de Oviedo, Raúl Cubas, formó chapa con Argaña. Al llegar al poder Cubas decreta el indulto para Oviedo y el Congreso impulsa el juicio político.
Otra vez la crisis colorada y la lucha en el poder motivaron el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña y los sucesos del Marzo Paraguayo que dejaron un saldo de al menos ocho muertos.
Finalmente, en 2017, Honor Colorado, sector liderado por el entonces presidente Horacio Cartes, buscó la aprobación de una enmienda para habilitar la reelección del mandatario y sus aliados. Manifestantes quemaron parte de la sede del Congreso y la Policía atacó el local del PLRA, donde un agente mató al dirigente Rodrigo Quintana.
