En este día, bien temprano, el Jefe paraguayo organizó la fuerza militar disponible para la defensa. A pesar de que en la revista del 20 de febrero habían formado 416 hombres, 268 infantes y 148 de caballería incluyendo “jefes y oficiales”, en los 10 días siguientes se había reducido a solo 351 efectivos “prestos para el combate”.
Contando con ellos, se distribuyeron 90 hombres “con dos piezas de artillería ligera” en el paso del arroyo Takuaras y los 251 restantes fueron posicionados en el paso del Aquidabán, bajo el mando de los coroneles Juan de la Cruz Ávalos y Ángel Moreno. En la boca del Chirigüelo seguía el general Roa y en el centro, “...cerca del Cuartel General estaban los rifleros comandados por el mayor Zacarías Cardozo”, todos ellos con alguna fuerza dispersa de tropa. Era todo”.
Mientras tanto, las fuerzas del Gral. Correia de Cámara ya reunidas a las del Cnel. Antonio da Silva Paranhos seguían hacia el campamento paraguayo con “cerca de 15.000 hombres armados”.
López decidió una última convocatoria a sus jefes de manera a recabar el temperamento a asumir ante la inminente presencia enemiga. Se presentaron “…el Vice-Presidente Sánchez (Domingo Francisco), el Ministro de Guerra y Marina, Caminos (Luis, Coronel); el General Resquín (Francisco Isidoro), los Coroneles Centurión (Juan Crisóstomo), Aguiar (José María), Ávalos (Vicente); los Capellanes Mayores Maíz (Fidel), Medina (José del Rosario), Espinosa (Francisco Solano), el TCnel. honorario Palacios (Juan Manuel), Aveiro y otros”. Algunas crónicas también citan al correntino Víctor Silvero y al Cap. de Fragata Francisco Bareiro.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Todos manifestaron su firme decisión de “pelear hasta morir” -a lo que López respondió: “Bien, peleemos hasta que muramos todos”.
Una crónica distinta al hecho refiere Héctor Francisco Decoud quien habría escuchado la versión de alguno de los presentes en la convocatoria. Que, ante el requerimiento del Mariscal, todos enmudecieron y que por tanto “…empezó a interrogar con su mirada por el orden jerárquico en que estaban formados”. Hasta que finalmente y a su turno, Silvestre Aveiro habría dicho que no había otra alternativa que “morir por la patria”, palabras que recibieron la aprobación de López que a continuación, expresó: “Esperemos aquí y muramos todos; he prometido no abandonar el suelo de mi patria y debo cumplirlo, y vosotros que habéis jurado sacrificar la vida por la patria, debéis ocupar vuestro puesto en este momento solemne. Preparáos, pues”.
Una reflexión
Y es para señalar el protagonismo que tuvo cada uno de los presentes a lo largo de la contienda, tanto como las terribles circunstancias del momento. Pues aún a pesar de que esos hombres habían estado durante más de cinco años en puestos prominentes y en cotidiano contacto con el peligro y la muerte; aquel instante los presentaba frente a la decisión de afrontar el final del camino. Algunos podrían haberse permitido la duda. ¿Por qué no? Eran jóvenes todavía porque salvo Sánchez y el padre Maíz, ninguno había pasado los 45 años y podrían haber pensado que se merecían una oportunidad.
Pudo ser posible entonces que frente a la magnitud de la decisión, algunos hombres “de honor” decidieran manifestar simplemente el parecer que sus jefes habrían querido escuchar, callando.
El ataque
Ya a esas horas, el Paso de Tacuaras había sido copado por los aliados. Sorprendidos, los paraguayos ni siquiera pudieron aprontar sus armas. Fueron masacrados. También fue interceptado “en la picada que llevaba al Aquidabán”, el TCnel. Cándido Solís, ayudante de campo del mariscal que fue muerto como los que acudieron con él, a relevar a los de Tacuaras.
Los disparos provenientes del lugar avisaron que los brasileños ya habían traspuesto el paso y el Mariscal gritó: “¡A las armas todos!”. El coronel Centurión intentó detener el ataque de la caballería pero muy pocos de sus soldados contaban con armas de fuego aunque con su “movimiento de avance” -comenta en sus ‘Memorias...’- “la caballería enemiga retrocedió poco a poco y luego, a la distancia de una cuadra más o menos, hizo alto, y empezó a romper un fuego graneado sobre nosotros”. fue cuando también cayó Centurión por un disparo que le atravesó el maxilar y le destrozó la boca. López ordenó entonces a Panchito para que fuera a cuidar de su madre y hermanitos y se puso al frente de su estado mayor y los soldados que restaban para enfrentar a la caballería del coronel Juan Nunez da Silva Tavares.
Todo terminaría en 15 minutos con solo 6 brasileños heridos y casi toda la dotación paraguaya muerta.
¿Fue una batalla?
En su libro: “Solano López, soldado de la gloria y el infortunio”, Arturo Bray acota “...Francisco Solano López no cayó en la batalla, por la simple razón de que en Cerro Corá no hubo... Toda lucha de proporciones era imposible, quimérica y fantásticamente imposible, entre aquella cincuentena de soldados andrajosos, roídos por el hambre y las enfermedades, y los escuadrones bien nutridos y soberbiamente armados del general Cámara. Aquello fue una cacería humana, una simbólica resistencia de agonizante”.
Y en cuanto a las posibles dudas sobre el juicio que merezca el increíble aporte de los boletines militares del Imperio para justificar la muerte de López, Bray tiene también un juicio definitivo: “...El Mariscal pereció asesinado. No de otra manera merece calificarse de repudiable acto de ultimar a un hombre herido, agonizante, debatiéndose en el momento final de su existencia, sin más armas que un espadín de ceremonia, que esgrime desfallecido, pero soberbio”.
jorgerubiani@gmail.com
