La dependencia cuenta con un extenso predio cubierto en gran parte de malezas. En el terreno existen cuatro casas, que están a punto de derrumbarse por la falta de cuidado.
Durante nuestra visita intentamos conocer la situación del puesto. Sin embargo, el solitario militar, que se presentó como el “comandante” Carlos Arza, no quiso brindar ningún dato sobre el local.
El único efectivo estaba acompañado de dos pobladores y un perro.
Arza expresó que necesitábamos de una autorización para poder realizarle una entrevista, quizás teniendo en cuenta su rango.
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Al insistirle sobre el funcionamiento de la sede, pidió que nos retiráramos de su cuartel y nos dijo que no teníamos permiso para ingresar. Además intentó prohibir tomar fotografías.
A simple vista, se observaban las múltiples precariedades de la sede militar. Inclusive, se podía notar que las puertas y ventanas de las casas ya no existían. Tampoco había indumentarias ni equipos básicos para un correcto funcionamiento de la sede.
