“Hay que construir una normalidad democrática luego de la pandemia”

Este artículo tiene 5 años de antigüedad
Line Bareiro, politóloga,  investigadora, activista por los derechos humanos, feminista y académica.
Line Bareiro, politóloga, investigadora, activista por los derechos humanos, feminista y académica.GENTILEZA

La gente habla mucho sobre volver a la normalidad, pero la normalidad era la crisis, la del hambre, la pobreza, la falta de empleo, las injusticias etc., sostiene Line Bareiro activista de derechos humanos y politóloga. Según la misma, volver a la normalidad o construir una normalidad democrática y social de derecho, con igualdad y no discriminación es clave y que lo normal es cambiante.

“La normalidad era la crisis”, decía Naomi Klein, canadiense autora de “La doctrina del shock”, en un encuentro virtual. Para ella, en situaciones de crisis o pandemias, la ciudadanía puede perder mucho porque se aprovechan aprobar reformas que agravan las divisiones económicas y sociales.

En nuestro país qué significa volver a la normalidad.

La politóloga, investigadora, activista por los derechos humanos, feminista y académica Line Bareiro reflexiona sobre estos puntos y hace un análisis en el que recuerda que “hace 31 años cayó la dictadura de Alfredo Stroessner. Hasta ese 3 de febrero la normalidad era la imposición desde el Estado a la sociedad de la legalidad, su constante violación y la realidad cotidiana de autoritarismo, sometimiento. Quienes luchaban por la democracia protestaban, denunciaban y pagaban caro sus acciones”.

A la transición

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–¿Cuándo terminó la transición de la dictadura a la democracia?

–Para algunos al ponerse en vigencia la primera constitución democrática por su origen, por sus procedimientos y por su contenido. Para otros al salir de las FF.AA. el último militar que hacía política estando en servicio activo. En transición, la normalidad era la construcción de un sistema democrático con elecciones competitivas, libertades públicas y Estado social de derecho por primera vez en el Paraguay. Las mujeres organizadas lograron derechos como la igualdad, el principio de no discriminación y la obligación del Estado de eliminar los obstáculos que lo impidan.

En 1993 se puso en práctica la democracia por primera vez en el Paraguay aún con malos gobiernos.

La Justicia no había entrado en el pacto de la transición y fue una constante sus deficiencias la que debilitó el funcionamiento del Estado de derecho, ya que todo derecho y obligación debe estar garantizado en última instancia por la Justicia.

Hubo una casi normalidad de estancamiento económico y se llegó a un paso del default, pero no se cayó porque los gobiernos de Duarte Frutos y de Lugo tuvieron la capacidad de revertir la situación, establecer una estabilidad macroeconómica e iniciar la construcción del Estado social.

–¿Y las mujeres?

–En este periodo las mujeres lograron poner un pie en el Estado y en este se acepta la necesidad de transversalizar la igualdad de género y se generan planes nacionales para que todas las instituciones públicas dejen de discriminar y desarrollen políticas de igualdad entre diferentes. Esa era la normalidad ¿Cómo hacer para que la educación sea inclusiva, de calidad y que llegue a todas las personas? ¿Se puede crear un sistema nacional de salud que incluya a las comunidades indígenas, campesinas, urbanas pobres? ¿Cómo superar la extrema pobreza y el hambre?

–¿Qué pasó después?

–Ese proceso se cortó en el de 2012 con el juicio político a Lugo. De ahí en más la institucionalidad pública se fue debilitando llegando a su punto culminante en la crisis de la enmienda (2017). Se trataba de una propuesta de violación de la Constitución del 92 por quienes suponían que podían ganar elecciones. ‘Que el pueblo decida’, decían igual que Mussolini y Pinochet en una propuesta de ruptura del Estado de derecho y el establecimiento de un sistema plebiscitario. No ganaron. Menos mal, pero el Estado de privilegios quedó intacto y el Estado social olvidado y parecía que péicha þuarãnte.

–La llegada de la pandemia evidencia un Estado de privilegios.

–La pandemia hizo insostenible este Estado de privilegios y de precariedad institucional y de políticas de inclusión social. Se hizo una proeza. Se consiguió tirar para más adelante la expansión de covid-19 y se fabricaron mecanismos. Se promovió de mil maneras el acatamiento social de las disposiciones y hasta se hicieron hospitales de contingencia y se equiparon albergues para que puedan ingresar connacionales. Pero se hubiera establecido el Estado de excepción previsto en el art. 288 CN y no entiendo por qué se excluyó al Ministerio de Desarrollo Social de las políticas de contención social o se deja crecer el desastre en la educación pública.

–¿Cómo se plantea esta nueva normalidad pospandemia?

- Estoy convencida de que la normalidad pospandemia será distinta a la prepandemia, por todo lo que se desnudó. Pero no me gustaría que las mujeres salgamos de la pandemia solamente como víctimas, que es lo que más se ha remarcado, en cierta manera gracias a las denuncias de violencia doméstica ante la Fiscalía. ¿Cómo hacer que la pastora Bajac no sea el símbolo del desempeño de las mujeres políticas en la crisis? ¿Cómo hacer que las propuestas de Estado corporativo presentado por una diputada no se identifique con propuesta de las mujeres? ¿Cómo lograr que haya liderazgo visible de mujeres que puedan convertir en políticas de igualdad todas las que se tomen? Hoy es evidente que se precisa un sistema de seguridad social universal, que nunca tuvimos. La agenda de Sumamos mujeres es un buen comienzo. Un sistema nacional de cuidados es imprescindible pero necesitamos más. Debemos construir el Estado social de derecho con paridad y con mecanismos eficientes para garantizar la igualdad, la no discriminación y la inclusión de todos, de todas.