Tal vez hoy nos cansamos más aunque tengamos más energía, porque no sabemos cómo canalizarla. Quizás nos preocupa demasiado el aspecto exterior, lo físico, le dedicamos horas al entrenamiento corporal y olvidamos los ideales. Copiamos manías, malestares, obsesiones de celebritis. No tenemos orden en la vida ni en las actividades. Nos quejamos todo el tiempo. Vivimos sin valores, no nos enfocamos en principios como la búsqueda del bien y la justicia, también la justicia distributiva, la honestidad, el respeto a semejantes. Trabajamos para ganar dinero y no nos agrada el trabajo que hacemos ni la cantidad de horas que le dedicamos. Tal vez adquirimos vicios de los que nos enorgullecemos. Exagerado consumo de alcoholes, drogas farmacéuticas y otras no aceptadas socialmente.
Según Byung-Chul Han, la sociedad disciplinaria de Foucault constaba de hospitales, psiquiátricos, cárceles y fábricas. Y la sociedad utilitaria de hoy, en cambio, que nos obliga a estar en constante actividad, es una sociedad de gimnasios, edificios torres, oficinas, bancos, aviones, imponentes centros comerciales y laboratorios genéticos.
La gran competitividad e inseguridad laboral así como las exigencias del medio, los grandes cambios en los enfoques de la vida y las costumbres, imponen un ritmo vertiginoso que genera angustia, agotamiento emocional, trastornos en los ritmos de alimentación, actividad física y descanso, con dolencias físicas, psíquicas y factores de riesgo en la salud de los individuos del nuevo milenio.
El síndrome de Burnout, también conocido como síndrome de aniquilamiento, de desmoralización o síndrome de agotamiento emocional o profesional es considerado por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad laboral que perjudica la salud física y mental de las personas.
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En lo que se refiere a la alimentación, la investigación sobre este cansancio colectivo sugiere no beber tanto café y consumir mucha agua, más proteínas, fibras y grasas buenas, porque mantienen los niveles de energía durante todo el día. No cenar tarde ni acostarse tarde. También se recomienda la aceptación de que no podemos controlar todo y que somos vulnerables. La presión social que exige un éxito impuesto, hace difícil que consideremos este pobre cansancio competitivo ignorante que nos encarcela en esa meta de que todo se puede. Porque hay cosas que no se pueden. Es así de simple. Comprendamos de una vez que no todo se puede y nadie va a morir por eso.