La montaña del Kilimanjaro (noroeste de Tanzania) está formada por tres volcanes inactivos: el Shira, el Mawenzi y el Kibo, cuyo pico, el Uhuru, se eleva hasta los 5.895 metros sobre el nivel del mar y constituye el punto más alto de África. “Esta vez la travesía fue de menos tiempo –relata Bruno Resck–, pero mucho más complicada. Mi idea era llegar a Uruhu Peak”, inicia diciendo este compatriota que hace dos años escaló el monte Everest, la montaña más alta del planeta (8.848 m).
Desde Asunción hasta Tanzania, ciudad de Moshi, fueron 37 horas de vuelo y escalas, y un día de descanso antes de comenzar la gran aventura. Bruno se unió a los demás miembros del grupo escalador (3 holandeses, una pareja india y una estadounidense). Arrancaron el 2 de octubre pasado por el camino de Lemosho, en pleno bosque. El monte Kilimanjaro está dentro de un parque nacional con extensa vegetación. Fueron 8 días de caminata y escalada ascendiendo paulatinamente desde el primer campamento a 2.780 metros hasta los 5.895 metros del Uhuru Peak. Y luego, el regreso.
Contra la lluvia
Clima fresco en la montaña, un sol que se tapaba con algunas nubes y rastros de lluvia, así inició Bruno su recorrido hacia el Uhuru, conocido como el pico de la libertad. Al llegar a los campamentos había neblina, pero se mantenían los lindos amaneceres. A partir del día 4 comenzó la lluvia, liviana por la mañana, intensa por la tarde. “Me empapé de pies a cabeza y solo tenía una muda de ropa limpia y seca, reservada para la escalada final. De seguir la lluvia, la aventura podría venirse abajo, tanto por los equipos como en la parte psicológica. Esa noche pensé que no lo iba a lograr y quizás, por la mañana, tendría que retornar”.
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Para sorpresa de Bruno, el día amaneció con un sol brillante. Improvisando ropa con un pijama, continuó viaje. “Ese día hicimos una escalada de piedra, más de 300 metros, usando las manos. Cruzamos una piedra llamada The Kiss Rock; para cruzarla sin caerte tenés que abrazarla y literalmente darle un beso, porque si te alejás de ella, te caés”, relata Bruno.
Una vez instalados en el nuevo campamento, sobrevino el descanso. Al día siguiente, el sol ayudó a secar la ropa mojada. El día número 6 arrancaron con una leve caminata hasta el campamento base previo a la travesía hasta el Uhuru, que arrancaba a las 23:00. “Nos dedicamos a descansar, dormir un poco, algo que no sucedió… llegamos a la hora de partir sin pegar un ojo. Nos equipamos e iniciamos rumbo a la escalada final. Estábamos más que emocionados”.
La proeza del Uhuru Peak
Bruno descubrió hace un par de años su resistencia al frío; sin embargo, otro “enemigo” se hizo presente en África: el viento. Equipado correctamente, soportó el implacable viento, fuerte y frontal, desde que partieron hasta la madrugada. Ese esfuerzo fue brutal. “Fue una de las peores noches de mi vida. A las 3 horas, ni mi cuerpo ni mi mente daban más y pensé que no lo iba a lograr”.
Su grupo se fue deshaciendo por el camino, debido a la diferencia de ritmo en el paso; el holandés que avanzaba a su mismo paso, desistió y regresó al campamento, los otros continuaron por otro sendero. “Me quedé solo con un guía a mi lado, y llegué a pensar en volver al campamento; había dejado de sentir los dedos del pie y los de la mano, los tenía congelados, y en el brazo comenzaba a sentir también las consecuencias (calambres). En esas condiciones, considerando que era de noche y que ya no tenía los palos de escalada, sin los cuales bajar era extremadamente peligroso, decidí continuar”.
En aquellas terribles circunstancias, tres pensamientos latían en la mente de Bruno: “Que amanezca”, “Llegar a la cima” y “Volver a Paraguay con el objetivo logrado”. A paso lento y con un gran trabajo físico y mental, fue alcanzando la meta. A las 6:00, el sol lo recibió en la cima, solo faltaba un segundo tramo para alcanzar el pico final. Finalmente, a las 6:45, Bruno llegó al Uhuru Peak. “Fue una mezcla de felicidad y millones de sentimientos encontrados; parte de mi mano seguía congelada, pero a la media hora el sol puso en orden todo mi cuerpo”.
La bajada fue mucho más fácil, aunque con las rodillas resentidas. El último día, en la bajada final, la montaña les regaló otra persistente lluvia, bajo la cual caminaron 2 horas y media. “Esto es un poco lo que sucedió”, resume Bruno con notable sentimiento.
Segunda gran montaña
Obviamente, Bruno llevó su cámara profesional, pero al final solo la usó para retratos y se manejó con el celular y una GoPro. “Había demasiada dificultad para usar la cámara, mucha llovizna y niebla, preferí concentrarme en la escalada. Traje algunas imágenes para mostrar, pero las mejores, sin duda, las guardo en mi memoria. Lo más valioso que tengo es esta historia”.
—¿Cómo te preparaste esta vez, tanto económica como físicamente?
—Hice muchos ejercicios para trabajar la parte cardíaca, trotes de 5 km con elevación, subida y bajada de escaleras, bicicleta, caminatas urbanas y, ya como parte del entretenimiento, pero que suma, fútbol. Económicamente lo logré ahorrando, allá gasté casi lo mismo que en el Everest (1.700 dólares). Estaría bueno conseguir auspicio para ser el primer paraguayo en hacer las 7 cumbres más altas del mundo.
—Kilimanjaro tildado, ¿qué aprendiste durante esta nueva experiencia?
—Una vez más, la importancia de tener la mente en orden y en calma para lograr este tipo de conquistas. Diría que allá es 60% mente y 40%, físico. Lo más importante es mantenerse motivado de la forma que sea, pensar en las personas que amás es un apoyo extraordinario. En la adversidad uno comprende el ¡Hakuna Matata! (“No hay problema”) del pueblo africano. Pensar negativamente es tu peor enemigo en la montaña.
—¿Qué considerás que no debiste hacer?
—No debí subestimar a la montaña, consideré que sería algo muy exigente, pero ahí muchas cosas se vuelven impredecibles. No intensifiqué algunos equipos de protección de viento pasando los 5.000 metros. No me había pasado en el Everest, donde hubo condiciones climáticas distintas.
—¿Qué sentiste al llegar nuevamente a tu tierra?
—Mucha alegría, porque allá, por momentos, uno se siente muy solo. Volví entero (dudé de salir sano y salvo esa noche de la cumbre). Compartir los relatos con mis seres queridos me llena el alma. Ahora voy a prepararme con tiempo para “El centinela de piedra” (Aconcagua, 6.962 m), mi próxima meta.
Fotos: Gentileza.
