No soy de enfermedades importantes, así que buscando ayuda preventiva diferente conocí al doctor Marc Piquemal, médico francés egresado en medicina energética de la Universidad de Montpellier, Francia. El entonces joven profesional había venido a radicarse en Paraguay, interesado en investigar sobre las propiedades de las plantas medicinales. Al poco tiempo se casó con su asistente, una bella joven paraguaya con la cual tuvo varios hijos y formó una hermosa familia.
La primera consulta con Piquemal duraba toda una mañana. Para empezar había que responder un extenso cuestionario sobre salud personal, costumbres, alimentos, etc. Seguidamente ingresé a un cuarto oscuro, donde fueron fotografiadas las yemas de los dedos de mis manos y de mis pies (allí empiezan o terminan meridianos energéticos del cuerpo). Después, Piquemal me conectó unos electrodos en las terminaciones nerviosas de la mano; a su vez, estos electrodos estaban conectados a una computadora que registraba datos de mis distintos órganos. De ahí pasé a otro aparato que también anotaba información de mi cuerpo en una computadora y, por fin, tuvimos una larga conversación en la que le pregunté sobre mi estado de salud, si podía seguir con una buena calidad de vida o si ya debía ir preparando un elegante ataúd.
El galeno me tranquilizó y me dijo que tenía buena vida para rato, cosa que no se equivocó. A partir de ese momento fui a consultar varias veces con él por alergias, gripes y resfríos que no se curaban. El 13 de abril del año 2014 me llegó la triste noticia de que había fallecido el doctor Marc Piquemal. Su pérdida me causó gran aflicción. Le tenía aprecio y admiraba su trabajo de investigación científica sobre las plantas medicinales. Sus indicaciones y recetas magistrales me ayudaron a mantenerme sana y lejos de un hospital. Aquí aclaro que mientras consultaba con el doctor Piquemal, también acudía con el doctor Benito Isaac Frutos, con el doctor Manuel Franco Schiavo y con el insigne infectólogo doctor Miguel Irrazábal, todos ellos grandes profesionales médicos que me tuvieron paciencia y siempre curaron mis dolencias.
Ahora estoy deslumbrada porque descubrí un medicamento que me curó el resfrío en dos días. Se trata del dióxido de cloro, también conocido como MMS o CD. Promueve su uso el científico alemán Andreas Kalcker, quien dice que el dióxido de cloro puede eliminar virus mortales por oxidación-combustión. Como se sabe, la cura o el veneno está en la dosis. Algunas amistades me comentan que la ingesta de este producto escondido les está dando muy buenos resultados a la salud.
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