La canasta mecánica

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La gran ira.- La pandemia con su reclusión en cuarentena produce inmenso malestar. Es muy sacrificado permanecer en el encierro, rumiando la incertidumbre de lo que se viene. Gente angustiada por el confinamiento. Gente que no tiene qué comer. Gente que pierde su trabajo. Gente que se ve obligada a cerrar su empresa. Gente enferma que no encuentra atención para su dolencia. Aumentan la bronca las noticias diarias de la corrupción que no para, de la inconducta que prevalece, de la ignorancia prepotente que viola normas de la cuarentena. La ley 716/96, que sanciona delitos contra el medio ambiente, establece que los que violen cuarentenas sanitarias serán sancionados con penitenciaría de 6 a 18 meses y con multa de 100 a 500 jornales mínimos. No se puede alegar desconocimiento de la ley y organizar un casamiento en plena cuarentena, quebrantando el obligado aislamiento social al cual toda la población se somete, para evitar el contagio del coronavirus y en pro de la salud de toda la comunidad.

La rabia ciudadana está en nivel ira. Cuidado con la ira de los mansos, dijo Paraguayo Cubas en una entrevista, parafraseando a Saramago. Cuando estamos airados nuestro cerebro deja de procesar la información y dejamos de escuchar los llamados de la razón. La furia se manifiesta en las redes, onda linchamiento virtual. Es como si se desataran las furias de la mitología grecorromana, aquellas personificaciones femeninas de la venganza que persiguen a los culpables de ciertos crímenes, también conocidas como “ejecutoras de las leyes”.

Una investigación realizada por la Universidad Beihang de China descubrió que la ira es la emoción que más se destaca en los mensajes que se propagan más rápido en las redes sociales. “La ira tiene una correlación sorprendentemente mayor que otras emociones”, dice el documento. La segunda emoción de influencia es la alegría, seguida por la tristeza. Los conflictos creados por el Gobierno son los que causan los mayores brotes de ira que desencadenan mucho odio.

Como nuestra sociedad ve con malos ojos expresar miedo y tampoco acepta el llanto, nos queda la ira, acompañada por la indignación y la impotencia que produce comprobar las malas acciones, los errores y abusos de las autoridades. Esto genera el ansia de castigo que se torna deseo de venganza: el deseo de devolver el sufrimiento.

En un momento en que las empresas, por las dificultades económicas del mercado, se ven obligadas a despedir empleados, es injusto que, en plena y sufrida pandemia, todavía existan sueldos públicos astronómicos como el que gana Nicanor Duarte Frutos y altos directivos de la Entidad Binacional Yacyretá. El mencionado Nicanor, que hoy no vive precisamente de su salario, defendió con uñas y dientes los altos pagamentos negándose a percibir un ingreso menor. ¿A dónde fueron a parar el patriotismo y la solidaridad? Esa actitud desconsiderada, prepotente, sin generosidad, es percibida por la gente como una ofensa humillante que engendra cólera. Conviene oír a tiempo el clamor de la población antes de que la gran ira se desborde, salga de las redes y explote.

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carlafabri@abc.com.py